Una maleta cargada de ilusiones. Los mejores zapatos. El vestido de domingo para iniciar la travesía, la que conduce al Nuevo Mundo, a América. La apuesta ganadora para encumbrar los negocios de algunos, placer para otros, la vanidad de conocer la historia más famosa sobre el barco más grande y lujoso del mundo, el último billete de la esperanza para otros. Turistas, trabajadores, gente de la alta sociedad, ricos y pobres, todos van a bordo del irreductible RMS Titanic: «El buque de los sueños», que se hizo realidad en los astilleros de Harland & Wolff, en Belfast (Irlanda del Norte) y zarpó de Southampton rumbo a Nueva York.
Lo que sucedió después con este poderoso trasatlántico ya es historia. La noche del 14 de abril de 1912 el Titanic se hundió cuando navegaba al sur de Newfoundland, en Canadá, tras chocar con un iceberg. Mil quinientas personas, entre pasajeros y tripulación, perdieron la vida en el que después sería el naufragio más cinematográfico de la historia.
En el mismo lugar donde se levantaban los astilleros de Harland & Wolff, quienes diseñaron y construyeron el majestuoso Titanic, se levanta hoy el Museo Titanic Belfast. Proclamado ya el edificio contemporáneo más emblemático de Irlanda del Norte, su forma no responde a ningún antojo creativo, sino a una réplica exacta del iceberg contra el que chocó el poderoso trasatlántico en 1912. La entrada al museo no es sino un viaje al corazón del Titanic, a sus orígenes, a lo más profundo. A las historias de la ciudad y de las manos que lo construyeron.
Con «La búsqueda de los sueños» como nueva temática, el museo Titanic Belfast retoma su andadura este mes de marzo tras su primera remodelación desde su apertura, hace ya una década. Su principal objetivo es hacer la visita una experiencia más emotiva y cercana a través de una tecnología inmersiva, un vasto patrimonio marítimo original y la posibilidad de escuchar los testimonios de tripulación y pasajeros, historias personales que ayudan al visitante a conectar con lo que de verdad sucedió antes, durante y después del Titanic.
En la visita a esta nueva versión del museo, el viajero encontrará un muro con la inscripción de los nombres de todas aquellas personas que perecieron en el naufragio; una lista infinita de vidas que conduce a otro espacio en el que el visitante podrá conectar con las ilusiones que viajaban en el Titanic no solo con cada uno de sus pasajeros, sino también con todos aquellos que participaron en su construcción y que vieron también frustrado su sueño con el hundimiento. Porque detrás del Titanic hay muchas historias y la de este rincón de Irlanda del Norte es una de ellas. Así es el Museo Titanic: