En un continente donde la Navidad es una festividad arraigada en la cultura y las tradiciones, Uruguay se destaca como una excepción notable. Hace más de un siglo, este país sudamericano decidió apartarse de las celebraciones religiosas, incluyendo la Navidad, marcando un rumbo único en la región.
La separación entre Estado e iglesia, iniciada en 1860 con la secularización de los cementerios, sentó las bases para un distanciamiento progresivo. En 1919, las leyes uruguayas tomaron un giro determinante al eliminar la festividad de Navidad del calendario oficial y reemplazarla por el ‘Día de la Familia‘.
Roger Geymonat, reconocido historiador especializado en la religiosidad en Uruguay, explica que este distanciamiento gradual entre la Iglesia y el Estado desencadenó una serie de medidas restrictivas que afectaron las prácticas religiosas en el país. Desde limitaciones al ejercicio del culto en cementerios hasta la creación de instituciones estrictamente laicas, el país se encaminó hacia una separación cada vez más evidente.
Estas decisiones gubernamentales llevaron a cambios significativos en el calendario festivo uruguayo. Festividades como la Navidad, el Día de Reyes y Semana Santa fueron reemplazadas por eventos secularizados como el Día de la Familia, el Día de los Niños, y la Semana de Turismo, entre otros.
Uruguay, con su historia de separación entre la Iglesia y el Estado, se mantiene como un ejemplo singular en Latinoamérica, desafiando las tradiciones arraigadas y mostrando un camino distinto en la celebración de fechas significativas para su sociedad