Detrás de enormes dunas, rodeado de naturaleza pura e imponentes lagunas de agua dulce, a 300 km de Fortaleza -noroeste de Brasil- se encuentra un pequeño pueblo pesquero conocido como Jericoacoara.
Declarado como reserva natural -dentro del parque nacional de Dunas-, Jeri como la llaman los locales, ofrece la particularidad de fusionar distensión y adrenalina en su agua, bañada por los colores e luminosidad característica del noroeste brasileño.
Conocida por sus constantes vientos, que soplan ocho meses al año, permite a los aventureros aprender y practicar deportes como el surf y windsurf, entre sus olas pequeñas y bien formadas, dotando de un escenario perfecto.
Esta villa, donde sus calles son de tibia arena, ofrece una diversidad de alojamientos que respetan este santuario ecológico, acompañada de una exquisita gastronomía, como la tradicional comida cearense, mariscada regional y peces enteros a las brasas. Brindando sorpresas y delicias para el paladar, acompañado de la posibilidad de sentirse como en casa.
Enmarcada por un paisaje fuera de lo común, vistosas playas, la sucesión de montes verdes y una majestuosa duna como la reconocida “Do por do sol”, que al llegar el atardecer, despierta la inquietud y moviliza a todo aquel que se encuentre frente a ella, a contemplar el tímido atardecer, que al caer es conmemorado con un enorme aplauso ya que se los reconoce en América del Sur, como uno de los más deseables.
Pacífica como se muestra, Jeri alberga a miles de turistas cada año ofreciéndole diversidad de actividades como buggie por el parque de dunas, adentrándose a los desiertos, pudiendo conectar con su naturaleza de la forma más pura, o simplemente gozar de una clase de capoeira, danza típica aborigen fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el 2014.
Cuando la marea se encuentra baja, caminar o cabalgar por sus costas te lleva hacia su preciado atractivo, la “Piedra Furada”, a 3km de esta villa de ensueño. Esculpida por el mar durante miles de años, ostenta un arco de piedra, que pasma con la particularidad que al caer el sol, en la última semana de julio, este se posiciona en el hoyo que esta presenta, representando una de las más magníficas postales icónicas de Brasil.
Hacia el sur, Jeri cuenta con lagunas de agua dulce, enormes piletas naturales, de agua clara y cálida, conocidas como Lagoa Azul, Jijoca e Lagoa do Paraíso, acompañada de playas con arena blanca y fina. Pero basta con sumergirse en estas aguas para no querer culminar este relajante, vistoso y paradisíaco sueño hecho realidad. A la orilla, se encuentran restaurantes que ofrecen deliciosa comida y exquisitos tragos locales, solo basta mecerse en las hamacas paraguayas ubicadas en la laguna, para admirar la belleza del lugar.
Diversión, adrenalina, belleza y pureza, son algunas de las cosas que se pueden hallar en Jericoacoara. Al caer la noche, es una cita obligatoria recorrer sus bares y restaurantes. Aunque su vida nocturna es muy tranquila, esta villa de ensueño a la luz de las estrellas, cuenta con el privilegio de no tener tendido eléctrico, dejando atónito a quien mire hacia arriba.
A cercanías de la línea del Ecuador, ofreciendo 320 días de sol al año, Jericoacoara consolidada como el paraíso en estado puro, ofreciendo goce y disfrute, esta villa pesquera es la opción ideal para aquellos que desean seguir sorprendiéndose.