Este pueblo de la Comunidad Valenciana es el más visitado de la región a pesar de tener 250 habitantes

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A bordo del MSC Orchestra, más de tres mil pasajeros disfrutan de un emocionante crucero por el Mediterráneo. En una hermosa mañana de agosto, el barco atraca en la luminosa Alicante, que ofrece a un tiro de piedra de la terminal marítima el cómodo atractivo de la playa del Postiguet y la famosa atalaya secular del castillo de Santa Bárbara. Sin embargo, un grupo de viajeros de distintas procedencias decide emprender un traslado en autobús de más de una hora hacia un pequeño pueblo de apenas 258 habitantes, situado a más de 500 metros de altura en la comarca de la Marina Baixa. ¿La razón? Muy sencilla.

Guadalest, oficialmente conocido como El Castell de Guadalest, figura en la lista de los pueblos más bellos de España. A pesar de las altas expectativas generadas por este tipo de clasificaciones, los datos recogidos por las webs de viajes y la experiencia del cronista, quien ha visitado el lugar en múltiples ocasiones durante los últimos treinta años, acompañando a visitantes de distintos países (algunos de ellos muy viajeros), demuestran que Guadalest nunca decepciona.

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Guadalest comparte una característica que lo asemeja a Monemvasia, la hermosa ciudad del Peloponeso: para descubrir su encantador mundo diferente e inesperado, es necesario traspasar una puerta y cruzar un pasadizo de suelo adoquinado. Este rincón queda vedado a los automóviles y parece detenido en el tiempo. Al igual que la ciudad griega, Guadalest también cuenta con una fortaleza en ruinas, pero se eleva desde la orilla del mar. En contraste, las almenas del castillo alicantino, de origen musulmán, nos desafían desde casi 600 metros de altitud, brindándonos una vista impresionante.

Es aconsejable llegar temprano, especialmente en verano, antes de que lleguen los autobuses turísticos. Existe un autobús de línea que sale todos los días a las 9:45 de Benidorm. Guadalest se encuentra a una media hora en coche desde la ciudad de los rascacielos, aproximadamente una hora desde Alicante y a unas dos horas de València.

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En ese breve periodo de tiempo, es posible apreciar lo imprescindible en Guadalest: los restos del Castell de San José, la única torre que sobrevivió de la fortaleza musulmana de La Alcozaiba. Además, se encuentra una modesta iglesia del siglo XVIII, La Asunción, que fue restaurada tras la guerra civil. Un singular campanario se alza majestuosamente sobre la roca, y la Casa Orduña, hoy convertida en museo municipal, exhibe muebles, cerámicas y cuadros de distintas épocas, brindando una visión de cómo vivían sus antiguos ocupantes, la familia Orduña, de origen vasco, quienes fueron alcaides y gobernaron el lugar en representación del marquesado que lo poseía.

Bajo la Casa Consistorial, se conserva lo que se cree que fue una prisión en el siglo XII. Este lugar estimula fácilmente la imaginación de los niños, especialmente de aquellos que se aburren rápidamente una vez que apartan la vista de las inevitables pantallas: ¡observar, una fría mazmorra!

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Una de las curiosidades notables de Guadalest es la abundancia de museos, aunque la mayoría de ellos carecen de gran interés y parecen haber surgido para aprovechar la afluencia de visitantes. Sin embargo, el más antiguo y singular de todos ellos es el Museo de Microminiaturas. Aquí, con la ayuda de lentes de aumento, se pueden contemplar asombrosas exhibiciones como una plaza de toros construida en la cabeza de un alfiler, una pulga vestida paseando en bicicleta o incluso el Guernica de Picasso pintado en una semilla.

No obstante, lo más destacado de Guadalest, lo que nunca decepciona, son las impresionantes vistas panorámicas. Desde lo alto, se pueden disfrutar de magníficas vistas del valle y las sierras de Aitana, Serrella y Xorta, mientras se domina un embalse de aguas esmeralda construido entre 1953 y 1971. Los amantes de las caminatas tienen a su disposición diversas rutas de montaña, más o menos ambiciosas. Y si el hambre aprieta, el restaurante Xorta es una excelente opción, ya que ofrece una panorámica extraordinaria. Quizás el clima no sea el más adecuado para disfrutar de platos contundentes como una olleta de blat o un cordero, dos de las especialidades de la casa, pero caminar sin duda abre el apetito y la carta del restaurante ofrece otras alternativas deliciosas.

Una combinación fascinante que uno puede explorar por cuenta propia o mediante una excursión organizada es la visita a las Fuentes del Algar, un paraje de gran belleza situado a tan solo quince kilómetros de distancia. Estas fuentes ofrecen aguas cristalinas que descienden de la montaña, tan gélidas que pueden despejar la mente más atribulada y aliviar el ardor de los pies más cansados. Es un lugar refrescante y revitalizante, donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor y permite disfrutar de un momento de tranquilidad en medio de la exuberante vegetación.

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