“Tenemos que partir de la base de que soy un soñador, un romántico empedernido”,
se define Alberto, en una nota de Clarín.
“Vivo hace más de 40 años en este edificio, pero esto de los carteles lo hago hace unos meses. Sin embargo, toda la vida fui así: a la gente con la que me conectaba, siempre le dedicaba alguna frase para pensar meditar, concientizar, estimular”.
Lo de los carteles surgió así: “Empecé a notar a la gente muy triste, no sé, con un estado de ánimo, yo diría, ‘no positivo’. Entonces empecé verbalmente a recitarles alguna poesía… tengo muchas memorizadas, algunas en italiano, un idioma que estudié. Así, me cruzaba con alguien y de repente les salía con un refrán o unos versos”.
Alberto celebra haber “despertado” a sus vecinos: “Muchos empezaron a contestarme con algún simbolito alegre o comentario. En uno escribieron ‘me alegrás las mañanas’. En otra oportunidad, no sé bien por qué, tuve que hacer un paréntesis involuntario, por falta de tiempo. Y después, cuando retomé los mensajes, me escribieron ‘gracias por volver’. Entonces, al mismo tiempo me di cuenta de que me hacía bien a mí. Veía que esa tarea alcanzaba el objetivo que tenía pensado: que le sirviera a alguien”.