Las páginas de la historia están impregnadas de alfabetos que dan voz a las narrativas de distintas culturas, pero entre las letras talladas en piedra y madera, resalta la magia y misterio de las runas vikingas. Estos símbolos, que conformaron el alfabeto de los pueblos vikingos y germanos desde el siglo III hasta el XVII, poseen un origen intrigante que se entrelaza con la historia y la mitología nórdicas.
Origen Histórico: Entre Angulos y Letras Capitales
La palabra «runa«, que significa «secreto» o «misterio«, encapsula la esencia de estos símbolos. El alfabeto rúnico, conocido como futhark, fue utilizado desde el siglo III d.C. hasta el XVI o XVII d.C. por los pueblos germanos y del norte de Europa. Aunque su origen histórico es incierto, se cree que su evolución estuvo influenciada por los alfabetos latino y etrusco, adaptados por pueblos germanos como los godos y transmitidos a las tierras escandinavas.
El futhark antiguo, el alfabeto base, contaba con 24 letras divididas en tres grupos (aettir) de 8 letras cada uno. Este alfabeto anguloso y recto fue el lenguaje protonórdico de los vikingos hasta el siglo XII. Con el tiempo, surgieron variantes como el futhark anglosajón y el futhark nórdico, este último reducido a 16 letras. A partir del siglo XVI, las runas se utilizaron principalmente en inscripciones rituales, experimentando un breve resurgimiento durante el Romanticismo.
Más de 4000 inscripciones y manuscritos rúnicos, principalmente de Noruega, Dinamarca, Suecia, Islandia y Gran Bretaña, atestiguan la presencia de las runas en la historia. Ejemplos notables incluyen la imponente Piedra de Rok en Suecia, con más de 700 inscripciones, y el Codex Runicus, un documento del siglo XIV que conserva la ley de Escania.
Origen Mítico: El Regalo Oculto de Odín
El misterio que envuelve a las runas se profundiza en el plano mitológico. La palabra «runa» como «secreto» cobra vida en la leyenda nórdica, donde Odín, padre de todos los dioses, buscó el conocimiento de las runas en las ramas de Yggdrasil, el árbol mundo. Sacrificando su ojo, Odín bebió de las fuentes de la sabiduría, pero su deseo de poder lo llevó a una experiencia única: ahorcado en las raíces del árbol durante nueve noches. En ese tiempo, renunció a su soberbia y, finalmente, descubrió el secreto de las runas.
La conexión entre Odín y las runas se plasma en inscripciones como la Piedra de Noleby del siglo VII y la Edda poética del siglo XIII. Estos relatos mitológicos tejen un vínculo entre los símbolos rúnicos y la sabiduría divina, sugiriendo que las runas fueron un don divino entregado a los hombres por el dios supremo.
Así, las runas vikingas, con su dualidad entre historia y mitología, continúan siendo testigos de un tiempo en el que las letras eran más que palabras; eran portadoras de secretos y misterios que conectaban a los pueblos nórdicos con lo divino.