Uno de los sitios que más me ha impresionado y de los cuales quede enamorada perdidamente y para siempre fue Formentera. Ubicada en el medio del mar Mediterráneo, es una isla de tan sólo 80 kilómetros cuadrados y tiene una población de casi 12 mil habitantes, por lo que es la isla balear menos poblada. Este es el lugar de España con más proporción de playa por metro cuadrado. Playas como Ses Illetes y Ses Platgetes aparecen en los rankings de las mejores del mundo.
Únicamente se puede llegar con los barcos que parten desde el puerto de Ibiza y tardan alrededor de 45 minutos. Los transbordadores salen cada 30 minutos desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche, lo que nos da la posibilidad de visitar esta otra isla para hacer turismo o conocer sus famosos boliches.
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¿Por qué es el paraíso perfecto? Con su aura de pueblo hippie, sumamente pintoresco, un estilo boho chic, repleta de pintorescos rincones que parecieran sacados de película, paisajes llenos de carreteras con bosques de sabinas y acantilados flanqueando a ambos lados, y casas de ensueño con una arquitectura tradicional balear (muy similar a la de Grecia) extraídas de revistas de decoración, es un lugar que supo cautivarme desde el primer momento y al que caí rendida a sus encantos. La estadía en este sitio nos permite disfrutar de un ambiente de calma y desconexión total, del paisaje virgen de sus paradisíacas playas de aguas turquesa, arena blanca y naturaleza en estado puro y original. Las puestas de sol en la isla son un típico escenario de postal que nos hace pensar que el paraíso si existe. Posee un ambiente perfectamente conservado que nos da la sensación de estar totalmente alejados del mundo.
Formentera pasó de ser una isla conocida para pocos a ser el destino elegido por las estrellas para veranear. No solo los famosos lo escogen, sino que turistas de todo el mundo comienzan a llegar en cuanto se va acercando el calor. Es por esto que, recomiendo los meses de mayo, junio, setiembre y quizás hasta octubre, época ideal si se quiere conservar la serenidad y la paz, ya que julio y agosto son los meses con más concurrencia de gente.
Sin embargo, su belleza natural todavía se conserva casi intacta, motivo por el cual es un referente en cuanto a turismo ecológico, sostenible y, sobre todo, de calidad. En este sorprendente caribe del mediterráneo donde el mar brilla como una esmeralda, aún quedan pequeñas playas no urbanizadas, donde la naturaleza se muestra sin la huella que deja la mano del hombre. Es un lugar que desprende energía color luz y paz, un lugar donde es posible escuchar el silencio.
Lo que más ha contribuido a que esta isla se mantenga aún bastante pura ha sido su falta de aeropuerto y su limitada oferta de hospedaje, lo que convierte la búsqueda de alojamiento en una ardua tarea y, por lo tanto, bastante cara.
Pero no son solo playas, porque cada miércoles y domingo de 16:00 a 21:30 horas en el pilar de la Mola abre su feria y ofrece cientos de artículos de artesanías que recuerda al movimiento hippie vivido en la isla años 60 y 70. Una parada obligatoria es el mirador de Formentera, desde allí se puede contemplar prácticamente toda la isla con sus espectaculares paisajes.
Hay algo en Formentera que lleva a la felicidad o mejor dicho todo. Formentera enamora, cautiva y fascina, por su magia, por la tranquilidad que transmite, incluso ahora, a pesar de las hordas de turistas que lo inundan.
Viajar te transforma, porque si bien uno hace viajes, lo cierto es que son esos viajes los que lo hacen a uno ser quien es. Este es sin duda un lugar que siempre va a estar en mi cabeza y en mi corazón para volver en cualquier momento que pueda.
