En la pequeña isla italiana de Alicudi, ubicada cerca de Sicilia, la población de cabras ha superado ampliamente a la de personas. Con tan solo 100 habitantes en sus 5 kilómetros cuadrados, el rebaño de cabras es seis veces mayor que la población anual de la isla. Ante esta situación, el alcalde de Alicudi, Riccardo Gullo, ha tomado una medida sorprendente que ha captado la atención de todo el mundo.
Las cabras, que solían ser un atractivo turístico junto con el volcán inactivo de la isla, se han vuelto «inmanejables» en los últimos años, según cuentan los vecinos. Se mueven en manada y causan daños, lo que ha generado preocupación entre los habitantes. Ante esta problemática, el alcalde Gullo ha decidido regalar las cabras en lugar de sacrificarlas.
La idea es exportar la raza a otros lugares, y cualquier persona puede solicitar adoptar una cabra de Alicudi, sin importar si es o no granjero. No hay restricciones en cuanto al número de cabras que se pueden llevar a casa, y el Ayuntamiento no ha establecido un límite. Las solicitudes pueden presentarse hasta el 10 de abril.
La curiosa solución propuesta por el alcalde ha comenzado a viralizarse y ya ha despertado el interés de varias personas. Incluso un ganadero de la isla de Vulcano ha expresado su deseo de llevarse varias cabras, ya que produce un queso ricotta muy apreciado.
Sin embargo, algunos habitantes tienen dudas sobre la logística de trasladar las cabras. La propietaria de una cafetería señala que quizás se necesitaría un helicóptero para transportarlas. Aunque la propuesta es interesante, aún no se ha encontrado una solución logística definitiva.
Esta peculiar iniciativa ha llamado la atención de todo el mundo y ha generado un debate sobre la convivencia entre los seres humanos y la fauna en entornos rurales. La historia de Alicudi y su exceso de cabras nos recuerda la importancia de encontrar soluciones creativas y respetuosas con el medio ambiente para abordar los desafíos que surgen en comunidades pequeñas y en equilibrio con la naturaleza.