James Wakibia nunca hubiera pensado que terminaría convirtiéndose en un activista por el medio ambiente. Sin embargo, la cantidad de bolsas de plástico a lo largo de la ruta entre su casa y la ciudad de Nakuro, a unos 150 kilómetros al noroeste de Nairobi, la capital de Kenia, era tal que sintió que tenía que actuar.
Wakibia decidió entonces tomar fotografías de los montones de desechos que había acumulados en su ciudad, sin imaginarse que cuatro años después impulsaría al Gobierno a tomar una decisión pionera.
«Colgaban de los árboles, flotaban en los charcos, bordeaban los caminos. Eran como el aire. Estaban por todas partes”, recuerda. James comenzó a compartir sus imágenes a través de una cuenta de Twitter llamada The streets of Nakuru (las calles de Nakuru), en donde pedía el cierre del vertedero de Gioto.
Por otro lado, en ese momento también consiguió reunir más de 5.000 firmas de los vecinos que envió a las autoridades medioambientales del condado. Sin embargo, con la llegada de la estación de lluvias, el agua y el viento volvieron a arrastrar a montañas de plástico al mismo lugar.
“Entonces me di cuenta de que el problema era que usábamos demasiadas bolsas de plástico”.
Indignado, en el año 2015, Wakibia inició una campaña en las redes sociales, utilizando el hashtag de Twitter #banplasticsKE (prohíban los plásticos Kenia), con un pedido de prohibición de las bolsas de plástico de un solo uso.
James se convirtió en un activista ambiental casi de la noche a la mañana. Su campaña rápidamente atrajo la atención de muchos sectores, incluido el apoyo de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Kenia, que retomó el tema y colocó la prohibición a la cabeza de su lista de tareas pendientes.
Desde entonces, se le atribuye el haber iniciado el movimiento que condujo a la prohibición de las bolsas de plástico de un solo uso en Kenia, que entró en vigor en 2017.
Un estudio de Naciones Unidas realizado antes de la prohibición confirmó que cada año, en Kenia, se otorgaban en los comercios cien millones de bolsas de plástico. En un país con serias carencias en la gestión de residuos y basura, el destino de ellas era terminar quemadas en vertederos descontrolados como el de Gioto o acumularse en los ríos y lagos del país hasta llegar al mar.
Y aunque la prohibición de las bolsas de plástico en Kenia ya es un hecho, sin embargo, a James le gustaría que la prohibición se ampliara a otros productos que hasta ahora no se han visto afectados por las nuevas normas.
«Hay muchas excepciones, especialmente cuando se trata del embalaje, como por ejemplo del pan. Mi petición trata de prohibir todo el plástico de un solo uso, como las pajitas de plástico”, explicó Wakibia.
En el caso del pan, cita el papel encerado como sustituto, pero hasta ahora sólo una empresa keniana lo produce. Y participar en la fabricación de productos de embalaje más ecológicos requiere una inversión de capital que la mayoría de las empresas no puede asumir.
Concientizar sobre el consumo y hacer pasos hacia la prohibición de las botellas de plástico son las siguientes campañas que se propone James, que ahora se conecta con activistas en Austria, Sri Lanka o Zambia para intercambiar experiencias. «Adoptemos la recolección y el reciclaje de plásticos para crear una economía circular viable alrededor de todo este asunto”, sugiere.
Ahora, el fotógrafo está trabajando con otros activistas en una estrategia de futuro. Y es que aunque en su camino hacia Nakuro haya menos plásticos a la vista, lo cierto es que James sabe que el problema global está aún muy lejos de desaparecer.