El 22 de septiembre de 1939 nació en Japón una niña que soñaba con algo que, para muchos en su país, era imposible: ser alpinista. Esa niña era Junko Tabei, quien décadas más tarde se convertiría en la primera mujer en alcanzar la cima del Everest, el 16 de mayo de 1975. Su hazaña no solo desafió la altitud más temida del planeta, sino también los prejuicios de una sociedad que creía que las montañas eran territorio exclusivo de los hombres.

Desde pequeña, Junko se sintió fascinada por los paisajes de su natal Fukushima. Sin embargo, en la escuela sus compañeros se rieron cuando confesó que quería ser alpinista “cuando fuera grande”. En el Japón de posguerra, la idea de una mujer practicando deportes extremos era poco menos que un tabú. Años después, cuando intentó inscribirse en un club de alpinismo, la rechazaron con un comentario lapidario: “Las mujeres están para servir el té”.
Lejos de rendirse, respondió con firmeza: “Cualquiera con dos pies que pueda caminar, puede escalar”. Su terquedad abrió la primera grieta en la muralla de prejuicios. En 1962 se convirtió en la primera mujer japonesa aceptada en un club de alpinismo. Desde entonces entrenó sin descanso y comenzó a preparar el terreno para una empresa aún más ambiciosa.
La gran oportunidad llegó en 1975, declarado por la ONU como el Año Internacional de la Mujer. Tras años de negativas, Nepal otorgó el permiso para la expedición femenina liderada por Tabei. El camino, sin embargo, estuvo lejos de ser fácil: debieron financiar el viaje fabricando su propio equipo con materiales reciclados y hasta cosiendo bolsas impermeables con asientos de automóvil.
En el ascenso, la tragedia casi les arrebata el sueño: una avalancha las sepultó a 6.300 metros de altura. Junko quedó inconsciente bajo la nieve durante varios minutos, pero logró sobrevivir. Aún magullada, decidió seguir adelante. El 16 de mayo de 1975, junto al sherpa Ang Tsering, alcanzó la cima del Everest. Tenía 35 años y acababa de hacer historia.
Lejos de conformarse, Tabei se propuso escalar las montañas más altas de cada continente, completando los “Siete Cumbres” y ampliando la lista con decenas de picos en todo el mundo. En paralelo, se convirtió en una activista ambiental, consciente del impacto del turismo masivo en los ecosistemas de montaña. Incluso regresó a la universidad para estudiar Ciencias Ambientales, buscando proteger aquello que tanto amaba.
Junko Tabei falleció en 2016, a los 77 años, víctima de cáncer. En su última entrevista se definió con ironía como “un ama de casa que escala montañas”, pero la historia la recuerda como mucho más: una pionera que desafió montañas de piedra y de prejuicios, y que abrió el camino para que miles de mujeres siguieran sus pasos en las cumbres del mundo.


