Durante tu próxima visita a Chile, no puedes dejar de visitar la mayor colonia de pingüinos del país en la Isla Magdalena, un santuario ecológico en la Patagonia donde habitan más de 60.000 parejas de estas aves.
El Monumento Natural Los Pingüinos, que comprende la Isla Magdalena y la Isla Marta, alberga la colonia de pingüinos de Magallanes más grande de América del Sur. Además, en esta isla de la Patagonia habitan otros animales protegidos, como cormoranes y lobos marinos.
La isla Magdalena, junto a la isla Marta, constituyen el Monumento Natural Los Pingüinos, creado en 1966, por ser una de las pingüineras más importantes de la Patagonia.
¿Cómo verlos?
Para llegar a Isla Magdalena debes contratar una embarcación desde Punta Arenas. El recorrido en bote hacia esta isla dura aproximadamente una hora y media, mientras que la estadía es de 60 minutos. Ten en cuenta que deberás pagar una entrada de 3.500 pesos para chilenos o de 7 mil pesos para extranjeros.
Al llegar a la isla se inicia el recorrido siguiendo un sendero que va subiendo una suave pendiente hasta al faro, inaugurado en 1902. Este fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1976 y actualmente contiene una exhibición sobre la historia y la fauna del lugar.
Alrededor del camino se observan colonias enteras de pingüinos: algunos nadan cerca de la orilla, otros cuidan a sus crías al hacer o proteger su nido, un reto para posibles depredadores.
Durante la navegación existe la posibilidad de observar lobos marinos, toninas overas, delfines australes, petreles gigantes antárticos y albatros de ceja negra.
La Isla Magdalena era particularmente famosa a fines del siglo XVI entre los marinos ingleses y holandeses, quienes recolectaban huevos y cazaban pingüinos y otras aves para abastecerse de alimentos.
Para reservar un tour en forma online, puedes hacer click aquí.
La mejor época del año para visitar esta reserva natural chilena es entre noviembre y febrero.
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Particularmente porque viajar como mochilero significa viajar con lo que te cabe en una mochila en la espalda, nada más. Despojados de todo lujo y a veces hasta renunciando a la mayor comodidad, los mochileros gozan del espíritu aventurero a flor de piel. Y es a flor de piel literal, ya que sus hombros pueden quedar marcados por el peso de los tirantes, la espalda puede sentirse un poco más dura que lo normal, y el esfuerzo y vorágine de andar a pie por distintos senderos puede reflejarse luego en la pesadez de las piernas.
