Durante la Segunda Conferencia Mundial sobre Contaminación del Aire y Salud, celebrada en Colombia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una advertencia contundente: la contaminación del aire provoca la muerte de siete millones de personas al año a nivel mundial.
En América Latina, la cifra alcanza las 367.000 muertes anuales, vinculadas a enfermedades respiratorias, cardiovasculares y otros padecimientos derivados de la exposición continua al aire contaminado. Según la OMS, este problema se ha convertido en el segundo mayor riesgo ambiental para la salud humana, solo por detrás de la hipertensión arterial.

“Queremos respirar aire que no nos mate, tan sencillo como eso”, afirmó María Neira, directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS. El mensaje fue claro: es hora de actuar.
A pesar de que algunas regiones han logrado mejorar sus niveles de contaminación, los desafíos persisten. Reducir el uso de combustibles contaminantes para cocinar, controlar el ritmo acelerado de urbanización y proteger a las comunidades más vulnerables —como las poblaciones pobres e indígenas— son prioridades urgentes.

La organización subrayó que combatir la contaminación del aire no solo es una cuestión de salud, sino de justicia social y ambiental. Disminuir esta carga tóxica en el aire contribuiría a cerrar brechas de desigualdad, salvaguardar los ecosistemas y prevenir millones de muertes evitables.
El llamado global es claro: respirar no debería ser un riesgo para la vida.