Bárbara Hernández, también conocida como la Sirena de Hielo, no es una nadadora común. Esta atleta chilena ha desafiado los límites del cuerpo humano al nadar en aguas cercanas al punto de congelación, sin traje de neopreno, rodeada de glaciares, pingüinos y la constante amenaza de la hipotermia. Y lo ha hecho para romper récords, pero también para demostrar que la perseverancia puede más que cualquier adversidad.

El 5 de febrero de 2023, Bárbara se convirtió en la persona que ha nadado la distancia más larga en aguas antárticas, completando 2,5 kilómetros en temperaturas cercanas a los 0°C. Su cuerpo descendió a 25°C, rozando la muerte por hipotermia, y aun así, cuando fue rescatada, recuerda reírse al escuchar «Eye of the Tiger» mientras la subían a la embarcación. “Estaba muriéndome, literal… y también con mucha risa”, dijo.
Pero este logro no fue el primero. Un año antes, Bárbara ya había hecho historia en el Cabo de Hornos, en el temido Paso Drake, nadando 5,5 kilómetros y estableciendo un récord Guinness por velocidad y distancia en uno de los mares más peligrosos del mundo.
Su camino no fue fácil. Criada en Santiago, sin acceso frecuente al mar y con limitaciones económicas, sus comienzos en la natación estuvieron marcados por la discriminación de clase y la falta de oportunidades. Pero desde pequeña supo que el agua era su lugar. A los 17 años descubrió las aguas abiertas y se enamoró de esa mezcla de belleza salvaje y peligro real. Lo que parecía imposible —nadar entre glaciares o cruzar mares infestados de medusas y tiburones— se convirtió en su motor de vida.

Bárbara no solo ha enfrentado glaciares y océanos. También ha roto barreras como mujer latinoamericana en un deporte dominado históricamente por hombres y atletas de países con más recursos. Fue la primera chilena en cruzar el Canal de la Mancha, el Estrecho de Gibraltar, el Canal de Catalina y el Canal de Molokai en Hawái, uno de los más duros del mundo. Todo eso sin apoyo institucional en sus inicios, tocando puertas para conseguir financiamiento y creyendo ciegamente en su capacidad.
Hoy, con un magíster en Psicología, múltiples récords mundiales y un lugar ganado en la élite de la natación extrema, Bárbara sigue inspirando. No solo nada para superar marcas, sino para motivar a más niñas y mujeres a creer que ellas también pueden conquistar sus propios océanos.
“Me di cuenta de que no necesitaba ser la más rápida, sino la más perseverante”, dice. Y su historia lo prueba.