Seguro que has leído alguna vez aquello de «lo mejor del viaje es el camino», nosotros tenemos la teoría de que el autor nunca hizo un viaje de diez horas en un autobús que parecía sacado de un desguace y abarrotado de gente hasta niveles surrealistas, porque seguramente en ese caso habría añadido al final de la frase «…casi siempre».
Después de haber probado prácticamente todos los medios de transporte habidos y por haber hemos tenido la ocasión de hacer trayectos espectaculares, de esos que no quieres que acaben, ya sea por el paisaje o por la gente que has conocido y otros en los que preferirías que te sodomizaran antes que tener que repetirlo.
En Laos por ejemplo, los autobuses hacen a la vez de camiones de carga, así que en varias ocasiones tuvimos que ir con los pies en alto debido a que tanto el espacio que tienes para ponerlos, como el pasillo estaban llenos de mercancía. Al ir con unas cuantas toneladas de sobrecarga, estos autobuses tienen los amortiguadores comprimidos a tope, con lo que cualquier mínimo bache hace que tengas la sensación de que se te ha saltado algún empaste.
En India, el viajar (y todo lo demás) es una experiencia, da igual el medio que utilices. La mejor forma de moverse suele ser el tren, y en este puedes elegir entre un montón de clases, nuestro consejo es no coger las más baratas a no ser que quieras hacer muchos muchos amigos, ya que se va bastante apretado.
Sin embargo hay ocasiones en las que no te queda otra que coger el bus, que sería el equivalente a la atracción estrella en un parque de atracciones. Bajar por el filo de un barranco, en un autobús sin puertas, en el que la gente salta tanto para bajarse como para subirse porque nunca llega a parar del todo es una experiencia para vivirla, o mejor para contarla.
Esta es la opción favorita de los que quieren ver su vida pasar en cada curva, una pena que no pudiéramos grabar ni un vídeo pero nos hacían falta las dos manos para agarrarnos.
Algo parecido pasa en Perú, allí fue la primera vez que vimos a gente llorar en el autobús mientras circulábamos por la ladera de una montaña con un caída bastante grande a un lado, aunque para entonces nosotros ya estábamos curados en salud e íbamos con los brazos levantados como en la montaña rusa.
Si bien es cierto que allí los buses están a otro nivel, pagando un poco más te tratan mejor que en un avión, los asientos son enormes y sirven comida y bebidas calientes. Aunque teniendo en cuenta la cantidad de curvas no sabemos que es más peligroso si el camarero pasando con veinte cafés hirviendo al lado tuyo o el barranco.
En su vecina Bolivia hay furgonetas que no salen hasta que tienen el pasaje completo, de forma que si tienes suerte sales rápido y si no igual tienes que esperar un par de horas, aunque para lo que duran los trayectos allí, entre tardar diez o tardar doce horas tampoco hay tanta diferencia.
Por todo esto puede que a veces el camino no sea el más bonito ni el más agradable del mundo, es más puede que a veces te den ganas de saltar en marcha, pero hay que aguantárselas porque seguro que el destino merece la pena, además si pasas fatigas en el viaje siempre tendrás anécdotas para contar después.