Una imagen sorprendente vuelve a surcar los cielos: una cría de un águila que se creía extinta desde el siglo XIX ha nacido en libertad, marcando un hito histórico para la conservación de la fauna. Sin embargo, lejos de generar unanimidad, el acontecimiento ha abierto un intenso debate entre ecologistas y científicos.
Se trata del pigargo europeo, una imponente ave rapaz que puede alcanzar los 2,4 metros de envergadura y casi un metro de largo. Su desaparición se atribuye a la degradación del entorno y a la presión humana, pero un ambicioso programa de reintroducción buscó revertir ese destino. En 2021, un grupo de organizaciones impulsó el Proyecto Pigargo, con apoyo oficial y una inversión de más de 300.000 euros, mediante el cual se trajeron ejemplares jóvenes desde el norte de Europa para liberarlos en zonas de hábitat favorable.
El esfuerzo pareció dar frutos: tras años de seguimiento, una pareja consiguió reproducirse con éxito y su cría voló por primera vez hace pocos meses. Para sus impulsores, este nacimiento representa “un momento histórico para la biodiversidad”, demostrando que la especie puede adaptarse nuevamente al entorno y cumplir un rol ecológico clave, controlando poblaciones de otras especies y actuando como “policía sanitaria” al eliminar restos animales del medio.
Pero no todos celebran el regreso del pigargo. Algunos especialistas aseguran que no existen pruebas suficientes para afirmar que esta ave fue realmente autóctona y extinguida en la región. En su opinión, introducirla nuevamente podría alterar los ecosistemas actuales y poner en riesgo a otras aves rapaces, como el águila real o el quebrantahuesos.
El investigador Germán Orizaola, por ejemplo, sostiene que “se ha liberado una especie que no tiene espacio en el ecosistema desde hace miles de años”, y advierte que podría competir por alimento y zonas de nidificación. Otros científicos incluso reclaman la retirada inmediata de los ejemplares liberados, por considerarlos una amenaza potencial.
Aun así, los defensores del proyecto mantienen su postura: el nacimiento del primer pigargo en más de un siglo demuestra que la especie puede integrarse sin problemas y que la recuperación de su población es posible.
Por ahora, la pequeña cría —símbolo de esperanza y controversia— seguirá volando sobre los bosques, mientras la comunidad científica se divide entre quienes lo ven como el renacer de una leyenda alada y quienes temen que su regreso termine alterando el equilibrio natural que hoy intentan proteger.

