En el corazón del Mediterráneo, a pocos kilómetros de la costa de Alicante, se encuentra Nueva Tabarca, una diminuta isla española que esconde una paradoja singular: los gatos superan en número a los habitantes humanos. Según un estudio de 2023, residen allí unas cincuenta personas de forma permanente, mientras que la población felina prácticamente duplica esa cifra.
Este curioso equilibrio le otorga a la isla un aire pintoresco, reforzado por su trazado urbano histórico y un entorno natural protegido. Nueva Tabarca mide apenas 1.800 metros de largo y 400 de ancho, pero conserva un rico legado arquitectónico y cultural, además de formar parte de una reserva marina desde 1986.
Una historia marcada por la resiliencia
La comunidad tabarquina tiene sus orígenes en el siglo XVIII, cuando un grupo de genoveses liberados de la esclavitud en Túnez llegó a la entonces desierta Illa Plana. La Corona española les otorgó el territorio para recomenzar sus vidas, y la isla fue diseñada siguiendo principios ilustrados: calles rectas, una plaza central y fortificaciones contra piratas. Ese trazado aún se conserva, convirtiendo a Tabarca en un enclave único del Mediterráneo.
Entre gatos y turistas
Durante el invierno, la isla ofrece un paisaje apacible, con sus calles casi vacías y los gatos tomando protagonismo. Pero en verano, la calma se rompe: hasta 10.000 visitantes en un solo día llegan en ferris desde Santa Pola y Alicante para disfrutar de las aguas cristalinas, la tranquilidad y sus pequeños restaurantes.
Este turismo masivo, sin embargo, plantea desafíos. La mayoría de los residentes son personas mayores y la falta de servicios en invierno —junto con la escasa frecuencia de ferris— dificulta la vida cotidiana. “Es muy difícil llevar una vida normal cuando apenas se puede llegar al continente y regresar el mismo día”, expresó Carmen Martí, presidenta de la asociación de vecinos.
Preservar el legado
Ante esta realidad, las autoridades de Alicante han reforzado en 2025 las medidas para proteger el patrimonio arquitectónico y natural de la isla. El fuerte, la torre fortificada, el faro y el pequeño cementerio forman parte de un plan que busca conservar la identidad del lugar y, al mismo tiempo, integrarlo a un modelo turístico sostenible.
Hoy, Nueva Tabarca sigue siendo un espacio donde la convivencia entre humanos y gatos define la vida diaria. Entre sus calles soleadas y su mar protegido, la isla resiste a los embates del turismo masivo y recuerda que incluso los territorios más pequeños pueden guardar historias grandes, donde naturaleza, cultura y tradición conviven en equilibrio.
