El retorno de muchas especies nativas se debe al trabajo de conservación que aún tuvo lugar en Nueva Zelanda a pesar del periodo de confinamiento que estaba cumpliendo su población para contener y evitar la propagación del coronavirus.
Nueva Zelanda, país reconocido por preservar el medio ambiente y su abundante fauna, notó un fenómeno muy interesante durante la reciente restricción de circulación, debido al COVID-19. En medio de este período, en el cual la población permaneció dentro de sus hogares durante semanas, las aves locales cambiaron su comportamiento, y comenzaron a aparecer en las ciudades, llevando su canto y belleza a la vida de los neozelandeses.
Durante el bloqueo “nivel cuatro” de Nueva Zelanda, que incluyó medidas de movimiento más restrictivas, se continuó realizando un importante trabajo de conservación para proteger las especies nativas en el país.
Para mantener la supervivencia de la especie tūturuatu, se permitió a una de las cinco aves jóvenes en mayor peligro de extinción, viajar en avión para una misión considerada esencial por el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda (DOC). Las aves volaron a Wellington para llegar al santuario de Zealandia, una de las mejores atracciones turísticas del país, y el primer ecosistema urbano completamente cerrado del mundo, que tiene como objetivo reintroducir especies de vida silvestre nativa en el área.
Fue precisamente el refugio, que cuenta con 225 hectáreas, un nuevo hábitat para el tūturuatu, donde se notó que la naturaleza comenzó a revivir. Los animales allí establecieron una nueva rutina y se volvieron más atrevidos. Sin nadie cerca, comenzaron a tomar innumerables caminos de reserva de vida silvestre, y cuando un guardabosques estaba cerca haciendo sus tareas, los animales, curiosos, se acercaban. Este fenómeno también se notó en toda Nueva Zelanda, las personas se sorprendieron al ver distintas aves en sus vecindarios.
Ellen Irwin, la guardiana principal del santuario de aves de Zealandia, sugiere que no solo las aves fueron cambiando su comportamiento, sino también las personas. «Con una vida más tranquila y lenta, es posible que la gente también disminuya la velocidad y perciba más a las aves y a la naturaleza”, comentó Irwin.
Nueva Zelanda alberga 168 especies de aves, de las cuales 93 son nativas. Una cuarta parte de las aves, no se encuentran en ningún otro lugar del mundo, lo que refuerza la singularidad de la fauna del país. El kiwi es el ave más emblemática y también la más inusual y peculiar. Para garantizar su supervivencia, y la de todas las especies raras, únicas y en peligro de extinción, el país confía en el trabajo del Departamento de Conservación de Nueva Zelanda (DOC), que es un líder mundial en ciencia de recuperación de aves.
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