Pingüinos contra pumas: el nuevo conflicto animal que sacude la Patagonia

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Durante décadas, la Patagonia argentina fue escenario de un delicado equilibrio natural. Sin embargo, el regreso de los pumas a su territorio histórico está dando lugar a una interacción tan inesperada como reveladora: estos grandes depredadores terrestres comenzaron a cazar pingüinos de Magallanes, una presa que hasta hace poco parecía completamente ajena a su dieta.

En el mar, los pingüinos conviven con amenazas conocidas como orcas y focas. En tierra firme, su estrategia siempre fue otra: reunirse en grandes colonias para reducir riesgos. Pero en zonas costeras de la Patagonia, esa lógica empezó a fallar. Los pumas, tradicionalmente cazadores de guanacos y otros herbívoros, encontraron en los pingüinos una fuente de alimento fácil y abundante, especialmente durante la temporada reproductiva.

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Un estudio reciente publicado en Proceedings of the Royal Society B analizó este fenómeno a partir de un seguimiento exhaustivo en el Parque Nacional Monte León. Entre 2019 y 2023, investigadores colocaron collares GPS a 14 pumas, combinando esos datos con cámaras trampa para entender cómo se movían, cazaban e interactuaban entre sí a lo largo del año. El resultado sorprendió incluso a los especialistas.

Los científicos observaron que los pumas que incorporaron pingüinos a su dieta redujeron notablemente el tamaño de sus territorios y pasaron más tiempo cerca de las colonias costeras. Además, algo poco habitual comenzó a repetirse: mayor densidad de pumas en un mismo espacio y un aumento de las interacciones entre ellos, a pesar de ser animales generalmente solitarios. En esa área se registró una de las densidades de pumas más altas jamás documentadas.

Para los expertos, este comportamiento demuestra la enorme flexibilidad de los grandes carnívoros frente a cambios en el entorno. La ausencia histórica de pumas —provocada a comienzos del siglo XX por la expansión de la ganadería ovina— permitió que los pingüinos, antes concentrados en islas, colonizaran la costa continental. Ahora, con los depredadores de regreso, el ecosistema volvió a moverse, pero no hacia el pasado, sino hacia una configuración completamente nueva.

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El impacto ecológico todavía es incierto. La relación tradicional entre pumas y guanacos, clave en la región, podría verse alterada si los felinos modifican sus rutas, hábitos de caza y prioridades alimenticias. A su vez, los pingüinos —una presa indefensa en tierra— podrían enfrentar consecuencias a largo plazo, como el abandono de colonias costeras y un eventual regreso a zonas más aisladas.

Lejos de ofrecer respuestas simples, el estudio deja una conclusión clara: restaurar la fauna no significa rebobinar la naturaleza. Cuando una especie vuelve, lo hace en un ecosistema que ya cambió, con nuevas oportunidades, tensiones y riesgos. El choque entre pumas y pingüinos en la Patagonia es una prueba viva de que la conservación puede generar interacciones inesperadas, capaces de transformar paisajes, comportamientos y equilibrios de formas que aún estamos empezando a comprender.

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