Si alguna vez has querido maravillarte con los adorables frailecillos, hay muchos lugares para hacerlo en todo el mundo: Labrador y Terranova en Canadá, por ejemplo, así como partes del noreste de Estados Unidos como Maine, el sur de Francia, el norte de Islandia, el norte de Rusia y Groenlandia. Pero el mejor lugar para disfrutar de estos “loros del mar” es un viaje a Islandia.
El sesenta por ciento de la población mundial de frailecillos atlánticos reside en Islandia y llegan a la costa entre mayo y agosto para desovar. Y los islandeses han tenido que adoptar una interesante tradición de arrojar crías de frailecillos desde un acantilado para mantener fuerte a esa población.
La “patrulla de frailecillos” es en realidad una parte importante del manejo de la población de frailecillos cuando hay luces artificiales presentes. Los pájaros jóvenes confunden las farolas con las señales naturales que suelen seguir hasta el océano. No es solo en tierra, también hay que rescatar a los frailecillos que se encuentran en el puerto. A la mañana siguiente, los que se perdieron son metidos en cajas y arrojados al aire (piense en ello como el comienzo de un salto) para que puedan comenzar su vuelo hacia el océano.
Si decides ir a observar frailecillos, recuerda que, aunque no temen a los humanos, siguen siendo animales salvajes que debes respetar. No intentes tocarlos ni alimentarlos innecesariamente.
También debes de tener en cuenta que los acantilados en los que residen los frailecillos pueden ser peligrosos para las personas, ya que es fácil resbalar y caer en las madrigueras hechas para sus huevos, que también corren el peligro de derrumbarse si los pisas. La mejor manera de hacerlo es acercarse a las aves muy lenta y silenciosamente y luego tumbarse en la hierba e intentar no moverse. Y, por supuesto, asegúrese de ver todo lo que Islandia tiene para ofrecer.