Uno de los estadios realizados para la Copa del Mundo de Qatar lleva por nombre 974, el código telefónico internacional del país del Golfo Pérsico. Otro, se llama Ciudad de la Educación. Esos nombres tan raros parecen tener poca relación con el fútbol, y después del torneo muchos de ellos no lo tendrán.
Qatar construyó siete de sus ocho estadios lujosos para el Mundial y renovó totalmente otro. La nación más pequeña que sirve de sede de un Mundial desde Suiza en 1954 tiene 2,6 millones de habitantes, de los cuales apenas 360.000 son ciudadanos, y una liga local limitada.
Por eso, es normal preguntarse si necesita tantos estadios enormes para después del torno, sobre todo a la luz de lo sucedido en las tres sedes anteriores -Sudáfrica, Brasil y Rusia- donde varios estadios quedaron sin uso.
Al menos, el Estadio 974 en Ras Abu Aboud no será un elefante blanco, sino que simplemente dejará de existir. La arena para 40.000 espectadores en las afueras de Doha fue construida con contenedores marítimos reciclados, 974 en total. El estadio desmontable dejará su lugar a negocios portuarios.
Pero muchos otros estadios no tendrán más fútbol después del Mundial y la próxima Copa de Asia, para la cual Qatar adquirió los derechos luego de que China se retirara debido a la pandemia de coronavirus.
Solo dos equipos de la primera división qatarí -Al Rayyan y Al Wakrah- seguirán entrenando y jugando en los lujosos estadios del Mundial.
La mayoría de los estadios reducirán su capacidad de 40.000 espectadores a 20.000 después del torneo como parte de una campaña de sustentabilidad.
Ciudad de la Educación se encuentra a 13 kilómetros de Doha. La mitad de los asientos desaparecerán y el lugar será utilizado por 8.000 estudiantes de nueve universidades y 11 escuelas.
¿Y qué pasará con los otros 20.000 asientos?
«Los ofreceremos a países que necesitan infraestructura deportiva«, dijo Ali Al Dosari, director de instalaciones del estadio, en un comunicado de prensa. «Permitirán la promoción de la cultura futbolística y, en mayor medida, del amor al deporte en todo el mundo«.
Qatar prometió entregar 170.000 asientos a países en desarrollo.
Con su fachada dorada y capacidad para 80.000 espectadores, el imponente Estadio Lusail será sede de 10 partidos, incluida la final. Está a 20 kilómetros de Doha, pero ningún club lo recibirá como propio. Acorde con el desarrollo sustentable, el futuro le depara convertirse en un centro comunitario con viviendas, negocios, escuelas, cafés y clínicas médicas.
Un destino similar aguarda al Estadio Al-Bayt, con forma de carpa, situado en la Ciudad Al-Jor. El estadio con capacidad para 60.000 espectadores será sede del partido inaugural entre Qatar y Ecuador el 20 de noviembre y de un enfrentamiento que los fans de esos países aguardan con avidez, entre Inglaterra y Estados Unidos.
La idea es poder retirar la tribuna superior e incorporar al estadio un hotel de cinco estrellas, un centro comercial y un hospital de medicina deportiva.
Sin lugar a dudas, es un buen uso de la infraestructura existente, pero que le deja escasa herencia al fútbol. Por ejemplo, los cuatro estadios construidos para la Copa de Europa 2016 en Francia -Lyon, Lille, Burdeos y Niza- son ahora las sedes de los clubes homónimos.
El Estadio Al Thumama cerca del centro de Doha, para 40.000 espectadores, verá reducida su capacidad a la mitad. Se la utilizará para fútbol y otros eventos deportivos, aunque no está claro cuáles serán. Se instalará una clínica deportiva y un hotel en el lugar.
El Estadio Ahmad Bin Ali, 40.000, situado 20 kilómetros al oeste de Doha en Umm Al Afaei, es la sede del Al Rayyan de la primera division qatarí y del Club Deportivo Al-Jaritiyah, de la segunda.
En el Estadio Al Janoub, para 40.000 espectadores, Francia enfrentará a Australia el 22 de noviembre al iniciar la defensa de su título.
Al Wakrah seguirá jugando aquí sus partidos de la liga de Qatar con su capacidad reducida a 20.000 espectadores: muy poco para un equipo de primera división comparado con las grandes ligas europeas y sudamericanas.
El Estadio Internacional Jalifa cerca del centro de Doha, construido en 1976, fue renovado para recibir a 40.000 espectadores. Ha sido sede de la Copa del Golfo, el Mundial de Clubes de FIFA y campeonatos mundiales de atletismo.
El secretario general del Comité Supremo para Entregas y Legado, Hassan Al Thawadi, dijo que todos los estadios han alcanzado sus objetivos de sustentabilidad.
«Hemos reciclado y reutilizado todo lo posible e implementado una enorme gama de soluciones de eficiencia para la energía y el agua», escribió en un documento sobre los estadios. «Hemos utilizado materiales de fuentes sustentables e implementados planes innovadores para garantizar que nuestro torneo no deje elefantes blancos».
Por eso, aunque el legado del Mundial para el fútbol probablemente será escaso, un país rico en dinero como Qatar difícilmente sufrirá los problemas financieros y logísticos que padecieron potros países debido al mal uso de los recursos públicos.
El Estadio Olímpico de Montreal, sede de los Juegos Olímpicos de 1976, se convirtió en un célebre elefante blanco al que tardaron 30 años en solventar.
Sedes de Mundiales anteriores siguen pagando los costos.
Sudáfrica gastó 1.100 millones de dólares en 10 estadios para el torneo de 2010, la mitad de los cuales eran nuevos y quedaron sin uso o con poco uso. Resultaron extremadamente caros para los municipios que debieron pagar las cuentas con dinero de los contribuyentes.
Brasil gastó casi 4.000 millones de dólares en construcciones y renovaciones para 2014. Cuatro ciudades brasileñas se quedaron con estadios poco utilizados como el Mane Garrincha de Brasilia, de 550 millones de dólares, en el que se jugó hace poco un partido con 400 espectadores. La Arena Pernambuco de Recife, para 40.000 espectadores, no tiene un equipo propio.