Europa no tiene tregua. Entre los incendios, las olas de calor y la escasez de recursos en cuanto a energía se suma la sequía y sus consecuencias. Por la falta de agua, se han secado ríos, lagunas entre otras, dejando al descubierto lo que se hallaba hundido en las mismas.
Un ejemplo de éste fenómeno ocurre en Danubio, Serbia. Allí se han revelado los restos hundidos de barcos de la Segunda Guerra Mundial, los cuales continúan cargados con explosivos. Los buques, encontrados cerca de la ciudad de Prahovo, formaban parte de una flota nazi hundida en 1944. Se espera que surjan más en la medida que la sequía continúe.
Por muy peligrosos que parezcan, las autoridades serbias se encontraban al tanto de estos buques, incluso se había planteado la retirada de los mismos y su vaciado, en una operación cuyo costo podría aproximarse a los 29 millones de euros.
Pero los buques no son lo único que emergió de las aguas y que preocupa a los europeos. Los más siniestros descubrimientos son las llamadas «piedras del hambre», unas rocas en las que fueron grabadas líneas que marcaban los niveles del agua en sequías anteriores.
Fueron realizadas con la función de ser una advertencia a las generaciones futuras de que cuando esas piedras emergen del agua, se avecinan tiempos difíciles. La mayoría han reaparecido en las orillas del río Elba, que fluye desde la República Checa hasta Alemania.
Una piedra, que se talló por primera vez en el siglo XV, también apareció en 1616, cuando los lugareños inscribieron en ella las palabras «si me ves, llora».
Otra consecuencia de la sequía ocurrió en un pantano de la provincia de Cáceres. Allí ha emergido el ‘Stonehenge español’, un círculo de docenas de piedras megalíticas que habitualmente se encontraban sumergidas en el embalse extremeño de Valdecañas. También se han encontrado artefactos explosivos sin detonar en el río Po en Italia.