La guerra greco-turca entre 1919 y 1922 como conflicto derivado de la Primera Guerra Mundial dejó efectos devastadores sobre las relaciones de estos países vecinos del Mediterráneo oriental que perduran. Su enemistad parece irreconciliable.
Tras la conclusión del enfrentamiento ambos estados llevaron a cabo una desastrosa política de intercambio de poblaciones a fin de conservar su “pureza religiosa”. Medio millón de musulmanes griegos se marcharon a Turquía y 1,5 millones de griegos pónticos y anatolios dejaron sus localidades nativas y migraron a Grecia. Entre ellos, los monjes ortodoxos del monasterio de Sumela, uno de los más antiguo del mundo y situado en un lugar absolutamente prodigioso de las Montañas Negras.
El convento de la Virgen María de Sumela fue fundado a lo largo del año 386 por los monjes Sofronio y Bernabé tras –según se cuenta en la tradición–, haber hallado una imagen de la Madre de Dios en una cueva. El lugar no podía ser menos indicado para construir nada, en un acantilado vertical de más de 300 metros de caída libre. Aun así, los sacerdotes no se conformaron con una capillita, sino que alrededor del hallazgo creció un conjunto de edificios que parecen un milagro pegado con cola a la roca.
A Sumela, situado ahora en el interior del parque nacional del Valle del Altindere, se llega indefectiblemente a pie, aunque hay un camino sencillo de diez minutos que salva una escalinata extenuante y otro “largo” de 45 minutos desde la barrera de entrada al espacio protegido. Quien esté en forma preferirá este, por la belleza del bosque, los torrentes y las cascadas que atraviesa.
Al llegar al extraplomado de la roca el visitante se encuentra con una maravilla inexplicable: iglesias, estancias de los monjes, cocinas, baños, despensas, acueductos para conducir el agua proveniente del deshielo de las cumbres… Una microciudad para monjes que desde esta posición creían estar a salvo de cualquier amenaza bélica. Se olvidaron de lo retorcida que puede ser la política.
Muy influidos por el arte bizantino, en el siglo XV la práctica totalidad de los muros interiores y exteriores se decoraron con frescos de una factura bellísima con imágenes de santos, ángeles, escenas de la vida de María y Jesucristo y pasajes bíblicos. Los avatares históricos son evidentes: muchos de los rostros han sido apedreados. Las responsabilidad la comparten pastores aburridos, iconoclastas furiosos, musulmanes, invasores rusos, soldados estadounidenses de paso y finalmente turistas idiotas grabando sus nombres y fecha de estancia.
Sin embargo, en la última década Sumela ha sido restaurado hasta donde se ha podido (reabierto en 2018 tras intensos trabajos de mejora) y ahora es una de las principales visitas culturales de la provincia del Mar Negro, una de las más bellas y desconocidas de Turquía.
A Sumela se llega desde la cercana y hechizante ciudad de Trabzon (la clásica Trebisonda) en autobuses de línea regular que parten de la calle Atatürk Alani, al sur del parque Meydan; con los tours de un día que ofrecen las agencias de viajes locales; o contratando un taxi por un precio cerrado para todo el día. En el aparcamiento del parque nacional (que cobra una cuota de entrada) hay restaurantes y hoteles.