Bruce Campbell no necesita paredes de ladrillo ni techos de teja para sentirse en casa. Desde hace más de 20 años, este exingeniero eléctrico de 73 años transformó un avión Boeing 727 en su hogar definitivo, ubicado en medio del bosque de Hillsborough, un suburbio cerca de Portland, Oregón.

Lo que para muchos sería una estructura chatarra, para Campbell es una obra maestra de la ingeniería aeroespacial. En 1999, compró la aeronave por 100.000 dólares y la instaló en un terreno de su propiedad de casi diez acres, que había adquirido años antes. Desde entonces, invirtió alrededor de 15.000 dólares en modificaciones, aunque por fuera el avión conserva su aspecto original.
Una vida poco convencional pero funcional
En lugar de ventanas con cortinas o puertas de madera, Bruce vive entre alas, fuselajes y una cabina de piloto completamente intacta. Convirtió el interior en un espacio habitable y cómodo: quitó los asientos de pasajeros, colocó un sofá futón que se pliega, adaptó una cocina con microondas, refrigerador y despensa, y mantiene el baño original del avión operativo. Incluso diseñó una «ducha primitiva» que le permite asearse, aunque admite que en el pasado llegó a ducharse al aire libre… con lo que eso implica en invierno.
El mantenimiento mensual de su peculiar vivienda no supera los 370 dólares, que cubren impuestos a la propiedad y electricidad. Para Bruce, es un precio irrisorio por vivir dentro de lo que él considera una joya tecnológica.
Un sueño que comenzó a los 15 años
Bruce asegura que vivir en un avión fue un sueño que tuvo desde adolescente. Se declara un “nerd clásico” que se enamoró del diseño, la precisión y la elegancia de las aeronaves. Lo más curioso es que su avión no es cualquiera: su último vuelo fue también el último que realizó Aristóteles Onassis, el famoso magnate griego y esposo de Jacqueline Kennedy.

Entre el bosque y Japón
Aunque pasa la mayor parte del tiempo entre árboles y turbinas convertidas en muebles, Campbell también divide su vida con Japón, donde residen sus amigos más cercanos. El contraste entre su tranquilo retiro entre las alas del Boeing y la vida social que lleva en Asia no parece afectarle. Todo lo contrario: disfruta de la libertad de moverse entre dos mundos tan distintos.
“No me arrepiento de haber perseguido esta visión”, declaró Campbell en una entrevista para CNBC. Y con más de dos décadas en su aeronave, parece que este hombre de 73 años cumplió su sueño volador… aunque sin despegar del suelo.