Lo que comenzó como una inmersión de rutina para marcar tiburones terminó convirtiéndose en una hazaña de supervivencia. El científico marino mexicano Mauricio Hoyos, de 48 años, sobrevivió al ataque de un tiburón de Galápagos de casi tres metros de largo que lo mordió directamente en la cabeza mientras buceaba en la isla del Coco, a 600 kilómetros de la costa de Costa Rica.
Hoyos, uno de los expertos más reconocidos en conservación de tiburones, relató que descendía a 37 metros de profundidad cuando logró insertar una marca en la aleta dorsal del animal. Segundos después, el tiburón giró con la boca abierta y en cuestión de un instante toda su cabeza estuvo dentro de sus fauces.
“Sentí un crujido, era solo presión. El tiburón me soltó al sentir el cráneo y se alejó nadando”, contó desde un hospital en San José. El ataque le dejó 27 heridas, una por cada diente que se le clavó en la carne, además de cortes en el cuero cabelludo, la cara y lesiones en la mandíbula que requieren cirugía.
La situación se volvió crítica: el tiburón dañó las mangueras de aire de su equipo, llenó de sangre y agua su máscara y lo dejó prácticamente a ciegas. Aun así, el científico logró ascender lentamente para evitar una descompresión peligrosa, hasta alcanzar la superficie, donde fue rescatado por su equipo y trasladado de urgencia a tierra firme.
Tres décadas estudiando tiburones
Hoyos es director de la organización Pelagios Kakunjá, con sede en La Paz, México, y ha dedicado 30 años a estudiar tiburones blancos, tigres, martillo y ballena, marcando cientos de ejemplares para comprender sus patrones de migración y promover su conservación. En esta ocasión lideraba un proyecto junto al grupo Fins Attached Marine Research and Conservation para evaluar el comportamiento y los movimientos de especies que transitan la cordillera submarina alrededor de la isla del Coco.
El ataque, explicó, no fue un acto de caza sino una reacción defensiva del tiburón al ser marcado. “El animal estaba sorprendido. No fue su culpa, fue un mordisco de advertencia para que me alejara”, afirmó el científico, quien nunca había sufrido una mordida en tres décadas de trabajo con depredadores marinos.
“La naturaleza es impredecible”

Alex Antoniou, director de Fins Attached, destacó la calma con la que Hoyos enfrentó la situación: “La reacción de Mauricio fue muy distinta a la de un buceador normal. Entiende el comportamiento de los tiburones. Es la naturaleza silvestre: impredecible”.
Pese a las heridas, Hoyos asegura que continuará con su labor científica. Para él, el episodio es un recordatorio de la fuerza y la vulnerabilidad que coexisten en las profundidades del océano: “Pensé todo el tiempo en qué hacer. El tiburón también estaba asustado. Si hubiera querido matarme, lo habría hecho”.
Desde su cama de hospital en Costa Rica, este especialista en depredadores marinos reafirmó su compromiso con la conservación de la especie que casi le cuesta la vida: los tiburones que durante millones de años han reinado en los océanos y que hoy necesitan más que nunca ser protegidos del mayor depredador: el ser humano.

