Un misterioso bosque en Japón ha generado un gran revuelo por sus particulares círculos concéntricos. En Miyazaki, en el sur de Japón, fotos aéreas revelaron llamativos «círculos de árboles», que solo pueden ser vistas desde arriba.
Este peculiar paisaje está formado por árboles sugi, conocidos en el resto del planeta como cedros japoneses.
Pero si bien muchas personas comenzaron a especular con muchas teorías, las pintorescas formaciones naturales no pertenecen a una invasión alienígena. La explicación no tiene mucha vuelta: son el resultado de un experimento científico que abarcó cerca de 50 años.
Las fotos aéreas de Prefectura detectaron estos «círculos de cultivos» en Japón, que resultaron ser un experimento forestal realizado hace casi 50 años.
El Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón explica que estas formaciones se deben a una investigación que se realizó en 1973. Este experimento tenía como objetivo conocer el efecto del espacio sobre el crecimiento de los árboles, y eligieron la zona forestal en las inmediaciones de la ciudad de Nichinan para implementarlo.
En ese momento, el área fue designada como «silvicultura experimental» y los investigadores plantaron árboles en incrementos radiales de 10 grados para formar 10 círculos concéntricos.
Lo que resulta interesante es que los árboles también crecieron en forma convexa, desplegándose en el bosque y mostrando que el espaciado tiene resultados inesperados en el crecimiento.
Originalmente, en el marco del proyecto se aconsejó la tala de estos árboles 5 años después de que el experimento se diera por concluido, pero las autoridades japonesas involucradas decidieron conservar este particular bosque circular.
“Seguinos en Instagram para conocer más historias como esta”
La isla que fue comprada para salvar de la extinción a una de las aves más curiosas del mundo
Ubicada sobre las aguas turquesas del océano Índico, la mágica isla de Cousin, que forma parte de la República de las Seychelles, es protagonista una historia fascinante.
Todo comenzó en 1968, cuando la isla fue comprada por la ONG Birdlife International por 20,500 euros, a valores actuales, con un objetivo muy especial: salvar de la extinción al pájaro carricero de Seychelles (Acrocephalus sechellensis).
Aquí, los visitantes recorren senderos, playas vírgenes y densos bosques tropicales, para encontrarse cara a cara con tortugas centenarias, aves marinas que anidan en la isla, tortugas marinas y cangrejos ermitaños.