Otaru, una pintoresca ciudad costera en el norte de Japón, se ha convertido en el epicentro de una problemática que crece en todo el mundo: el turismo descontrolado en busca de la “foto perfecta”. En plena temporada del Año Nuevo Lunar, y ante la llegada masiva de visitantes, las autoridades locales han tomado una decisión inédita: contratar guardias de seguridad para vigilar el comportamiento de los turistas.
La medida busca evitar que los visitantes atasquen la zona del puerto y el mar, donde se forman aglomeraciones para obtener imágenes del paisaje invernal. El objetivo de los guardias no es sancionar, sino prevenir accidentes y proteger tanto a los residentes como a los propios turistas.

La decisión llega tras una tragedia que conmocionó al país: una turista de 61 años murió atropellada por un tren cuando intentaba tomarse una foto en las vías de una línea ferroviaria local. Según reportes de medios japoneses, la mujer se detuvo sobre las vías y no se dio cuenta de que el tren se acercaba.
Este accidente encendió las alarmas entre los habitantes de Otaru, quienes vienen advirtiendo sobre el comportamiento riesgoso de algunos extranjeros dispuestos a todo por conseguir una buena foto. La tragedia no solo generó dolor, sino también un llamado urgente a replantear la relación entre turismo y seguridad.

Según datos de la Organización Nacional de Turismo de Japón, entre enero y noviembre de 2024 el país recibió 33,38 millones de visitantes, superando el récord histórico de 2019. Si bien esta cifra refleja el atractivo turístico de Japón a nivel global, también pone de relieve los desafíos que enfrentan muchas ciudades frente al turismo masivo.
Desde Otaru, la consigna es clara: el turismo es bienvenido, pero no a cualquier precio. La seguridad y el respeto por la vida cotidiana local están por encima de cualquier selfie.