Una nueva preocupación sacude al Museo del Louvre, el más visitado del mundo: una fuga de agua ocurrida el mes pasado dañó cientos de libros del departamento de Antigüedades Egipcias, dejando en evidencia los problemas de infraestructura que enfrenta el icónico edificio apenas semanas después del espectacular robo de joyas de la corona francesa.
Según informó el sitio especializado La Tribune de l’Art, alrededor de 400 ejemplares raros resultaron afectados por el ingreso de agua, que habría sido provocado por el deterioro de las tuberías. Desde hace tiempo el área responsable de la biblioteca venía solicitando recursos para proteger la colección de este tipo de incidentes, sin obtener respuesta.
El administrador adjunto del Louvre, Francis Steinbock, confirmó que la filtración se produjo en una de las tres salas de la biblioteca del departamento egipcio. “Hemos identificado entre 300 y 400 obras, el recuento continúa”, explicó en declaraciones a la cadena BFM TV. Si bien aclaró que se trata de libros de uso habitual por parte de egiptólogos y no de ejemplares considerados “preciosos”, destacó la gravedad del daño para el trabajo académico del museo.
El funcionario reconoció que el problema era conocido desde hacía años y que las reparaciones de las instalaciones estaban programadas recién para septiembre de 2026, un dato que refuerza las críticas sobre la falta de inversión preventiva en uno de los patrimonios culturales más importantes del mundo.
Este nuevo episodio se suma a la ola de cuestionamientos por la seguridad del museo, que quedó al descubierto tras el robo ocurrido la madrugada del 19 de octubre, calificado por la prensa francesa como “el robo del siglo”. Aquella noche, un grupo de cuatro delincuentes irrumpió en la Galería Apolo, donde se exhiben joyas históricas de la corona francesa.
De acuerdo con las imágenes de seguridad, los ladrones llegaron en un camión con plataforma elevadora, estacionaron en un punto ciego de las cámaras exteriores y accedieron a una ventana lateral identificada como una de las menos protegidas del edificio. Dos de ellos ingresaron al salón, forzaron el acceso y utilizaron amoladoras de alta velocidad para desprender varias piezas de las vitrinas blindadas. El ruido pasó desapercibido debido a trabajos de mantenimiento nocturno en un pabellón cercano.
En menos de cuatro minutos, cargaron el botín —estimado en 88 millones de euros (unos 102 millones de dólares), aunque de valor patrimonial incalculable— y escaparon. Luego abandonaron el camión y se dispersaron en scooters sin patentes hacia los suburbios del norte de París.
La investigación posterior permitió hallar rastros de ADN que condujeron a la detención de Ayed G., arrestado cuando intentaba viajar a Argelia, y de Abdoulaye N., ambos presuntamente implicados en el asalto directo. También fue detenido Slimane K., acusado de haber conducido una de las motocicletas empleadas en la huida.
Sin embargo, el caso sigue abierto. Las autoridades continúan buscando tanto el paradero de las joyas robadas como posibles pistas sobre un encargo previo detrás del golpe. La total ausencia de indicios sobre las piezas sustraídas refuerza la teoría de que pudieron haber sido entregadas a un tercero casi de inmediato o incluso sacadas del país.
Entre filtraciones de agua que dañan patrimonio bibliográfico y robos millonarios que exponen fallas de seguridad, el Louvre enfrenta una etapa crítica que vuelve a poner bajo la lupa el estado de conservación y protección del museo más famoso del planeta.
