Ahorrar un poco cada mes es uno de los grandes objetivos que todos tenemos. No siempre es posible porque depende directamente del salario que percibimos, del costo de la vida y del dinero que invertimos en otras actividades tales como nuestro ocio y vida social.
Pero hay quien lleva esta meta hasta el extremo y toma decisiones drásticas como reducir casi al completo el ocio y los planes con amigos o compañeros de trabajo, el consumo en la vivienda o las compras para conseguir ahorrar lo máximo posible.
Es lo que puso en práctica la estadounidense Gwen Merz durante unos años con el objetivo de acumular dinero suficiente en su cuenta como para retirarse joven ya que no tenía intención de desarrollar una gran carrera profesional, sus ambiciones eran otras.
Ahora, ocho años después, se ha dado cuenta de que se perdió muchas cosas de la vida y que su sistema no estaba del todo bien planteado porque sufrió carencias en las relaciones personales, sentimentales y profesionales. Ahorró 200.000 dólares (184.610 euros al cambio actual) en apenas cuatro años, sí, pero, ¿a qué precio?
Ella misma ha contado su historia esta semana en ‘Business Insider’ y reconoce que llegó a sentirse «miserable», aunque no se arrepiente porque ahora tiene todo ese dinero y otra mentalidad.
Todo empezó cuando tenía 23 años, al terminar la universidad y acceder a su primer trabajo, en el que ganaba 65.000 dólares al año (alrededor de 60.000 euros), de los que ahorraba un 75% reduciendo gastos al máximo.
Y así pasó un total de cinco años. Compartiendo su casa sin tener necesidad real para ello, sin acudir a conciertos ni eventos deportivos, invitando a sus amigos siempre a casa a jugar a juegos de mesa evitando acudir a los ‘afterworks’ con sus compañeros, lo que a la larga le perjudicó al no tejer relaciones sociales en el trabajo, lo que ayuda también en el plano laboral a la hora de necesitar recomendaciones.
«En ese tipo de reuniones tras la jornada laboral es donde se crean las conexiones que después pueden servirte», escribe.
Con el tiempo, Gwen se empezó a dar cuenta de que lo que le valía en principio con 23 años le empezaba a pesar con 27 e incluso admitió que le perjudicaba en su vida sentimental: con ninguna pareja lograba estabilidad porque no encontraba alguien que compartiera su frugal estilo de vida.
Finalmente, cinco años después y con 200.000 dólares ahorrados -su objetivo final era mucho más para retirarse joven- encontró un trabajo en el que sí sintió que quería desarrollar una dilatada carrera como informática, por lo que su perspectiva de la vida cambió y decidió empezar a gastar algo más en su ocio, sus amistades, su vida.
Ahora está prometida, tiene casa propia, un trabajo que le encanta y, aunque mantiene su personalidad ahorradora, disfruta mucho más porque no quiere volver a sentirse vacía.