Esta semana, una joven tortuga verde (Chelonia mydas) regresó a su hábitat marino en San Clemente del Tuyú después de casi dos meses de cuidados. El 14 de julio, una vecina de Costa Chica en Las Toninas descubrió al reptil varado en la playa y alertó a la Fundación Mundo Marino, lo que llevó a su rescate.
Las tortugas verdes que llegan a las aguas de Buenos Aires suelen provenir de la Isla de Ascensión, en el Reino Unido, que alberga la segunda población más grande en el Atlántico. La primera población se encuentra en la Isla Tortuguero, Costa Rica, con alrededor de 30.000 hembras. Además, estas tortugas también migran desde lugares como Surinam, Isla de Aves (Venezuela) y Atol das Rocas y Trinidad (Brasil).
“Cuando llegó al centro, presentaba un preocupante cuadro de hipotermia. Creemos que estaba en brumación, un letargo en el que, en vez de dirigirse a aguas más cálidas, optan por quedarse en aguas frías, reduciendo su metabolismo para conservar energía. Es inusual verlas en esta época, por lo que podrían haberla desplazado redes de arrastre desde el fondo marino”, contó en una entrevista Sergio Rodríguez Heredia, biólogo encargado del Centro de Rescate de la Fundación.
Además de la situación compleja que atravesaba, la tortuga albergaba numerosos crustáceos en su cuerpo. “Debido a su inmovilidad, muchos crustáceos la usaron como base, causándole heridas con el tiempo”, continuó Rodríguez Heredia.
Respecto a las intervenciones médicas llevadas a cabo, Juan Pablo Loureiro, médico veterinario y director técnico de la fundación, explicó: «Se le proporcionó terapia térmica en una piscina a una temperatura de 25°C y se administró fluidoterapia intravenosa para combatir una deshidratación leve. Seguimos los procedimientos estándar, incluyendo la toma de muestras de sangre y heces. Además, debido a la alta probabilidad de ingestión de plásticos, se le realizaron radiografías. Afortunadamente, no se encontraron residuos en su sistema».
Con el tiempo, el reptil mostró una mejora notable. Loureiro afirmó: «Respondió de manera positiva a los tratamientos, que incluyeron antibióticos y analgésicos. Viendo su continua mejoría y los resultados normales en los análisis, determinamos que estaba lista para volver al océano»
Características de las tortugas verdes
La tortuga verde, característica de aguas tropicales, es la especie de tortuga marina con el mayor número de hembras reproductoras en todo el mundo y la segunda especie más abundante en el Mediterráneo. Su presencia es destacable en regiones como el sur del estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo, con sitios de anidación notables en Turquía y Chipre.
Esta especie tiene una distribución verdaderamente global y se encuentra en aguas del Atlántico, Índico y Pacífico. Sus playas de desove se concentran en áreas tropicales y subtropicales, con sitios de anidación prominentes en lugares como Australia, Filipinas, Hawái, México y Costa Rica. A pesar de su capacidad de viaje, rara vez se les encuentra en mar abierto, prefiriendo las proximidades de costas, bahías e islas con vegetación exuberante.
La mayoría de las tortugas verdes que llegan a las aguas bonaerenses provienen de la Isla volcánica de Ascensión, en el Reino Unido, que alberga la segunda población más grande en el Océano Atlántico (Fundación Mundo Marino).
Estas impresionantes tortugas se distinguen por el color de su grasa subcutánea y son las más grandes de la familia cheloniidae. Su longitud varía entre 90 y 160 cm, con un peso que oscila entre 80 y 150 kg. Aunque las que habitan el Mediterráneo suelen ser más pequeñas en comparación con las de América, todas poseen un caparazón con escudos que varían en tonos desde el beige hasta el negro, y un plastrón de color amarillo pálido.
La alimentación de la tortuga verde cambia a medida que envejecen. Los juveniles son omnívoros, mientras que los adultos se vuelven exclusivamente herbívoros, gracias a su pico córneo serrado que les permite cortar plantas y algas marinas.
El comportamiento de estas tortugas también evoluciona a lo largo de su vida. Las crías, al nacer, se dirigen hacia aguas abiertas, donde nadan durante 3 a 5 años en corrientes oceánicas. Con la madurez, prefieren acercarse a aguas menos profundas. Desempeñan un papel ecológico vital al redistribuir nutrientes entre diferentes ecosistemas marinos.