Lo que para muchos es un deseo ocasional para Mauro Morandi fue un modo de vida. Este italiano pasó 32 años completamente solo en una pequeña isla del Mediterráneo, una experiencia tan singular que le valió el apodo de “Robinson Crusoe moderno”.
Todo comenzó en 1989, cuando Morandi navegaba en su catamarán rumbo al Pacífico Sur. Una avería en la embarcación lo obligó a detenerse de manera inesperada en la diminuta isla de Budelli, ubicada frente a la costa de Cerdeña, en Italia. El destino parecía marcarle el camino: el cuidador del islote estaba por jubilarse, y Morandi decidió vender su barco y aceptar ese trabajo, sin imaginar que terminaría pasando allí más de tres décadas.
Sin servicios, sin vecinos y rodeado únicamente por naturaleza, Morandi vivió de forma austera, adaptándose a la soledad absoluta, al silencio y a un ritmo de vida completamente distinto al del mundo moderno. Con el correr de los años se transformó en una verdadera leyenda local, visitado ocasionalmente por curiosos y medios que buscaban conocer al hombre que había renunciado a la sociedad.
Su singular aventura llegó a su fin en 2021, cuando las autoridades italianas lo desalojaron de la isla por cuestiones administrativas vinculadas a la protección del lugar. Tras volver a la vida en tierra firme, Morandi confesó cuánto le costó readaptarse.
En una entrevista con The Guardian resumió su experiencia con una frase que lo dijo todo:
“Me acostumbré tanto al silencio. Ahora todo es ruido constante.”
Morandi falleció en 2025, a los 85 años, dejando atrás una historia tan extrema como fascinante sobre la elección de vivir lejos de todo, siguiendo únicamente el llamado de la calma y la libertad.

