En la primavera de 2020, un desafío creativo empezó a hacer sus rondas por internet. Conocido como el Getty Museum Challenge, el proyecto consistía en invitar a la gente de todas partes del mundo a recrear obras de arte con los objetos que tuvieran en casa (cuando buena parte de la población mundial estaba confinada debido al COVID-19). La artista Eliza Reinhardt se unió al reto con la ayuda de su cachorro, Finn… y nunca se detuvieron. Durante ya casi un año, el dúo ha estado recreado pinturas famosas cada día y los resultados son magníficos.
Cada mañana, Reinhardt decide el cuadro al que ella y Finn rendirán homenaje ese día. A continuación, revisa su creciente colección de objetos de utilería y los organiza para que capten la esencia de la obra elegida. Finn desempeña un papel fundamental en cada foto. Aparte de darle un necesario toque de ternura a la foto, el pastor australiano se disfraza y se toma muy en serio su papel en cada obra (aunque esté sonriendo).
Trabajar con Finn le ha permitido a Reinhardt reforzar su vínculo con su cachorro, y también le ha dado la oportunidad de replantear las obras originales. En la obra titulada Gian Lodovico Madruzzo, por ejemplo, se intercambian los papeles del humano y del perro. Finn va vestido de hombre y Reinhardt se coloca en cuatro patas detrás de él, con calcetines pegados a la cabeza a modo de orejas. Es creativo e inesperado, y en última instancia pone de manifiesto por qué el Getty Museum Challenge cautivó la mente de tantas personas.
¡Finn es una superestrella! Es un pastor australiano de 3 años de edad y es todo un perro faldero. Pensé que cuando empezamos este proyecto disfrutaría de ayudar y hacer algo conmigo, pero nunca imaginé que se lo tomaría tan en serio. Es una raza de trabajo, así que ve estas fotos diarias como 110% su trabajo. Trabaja muy duro e intenta hacer absolutamente todo lo que le pido.
Además, Eliza plantea: «Al ser un pastor australiano, puede ser muy ansioso. He descubierto que adora ponerse camisetas para bebé o para el estrés porque lo hacen sentirse seguro. Por eso adora los disfraces. Le pregunto si está listo para posar para la foto y le muestro una camiseta, y él corre a meter la cabeza y me da cada una de sus patas para que las meta por las mangas. En cuanto a las poses… sin duda está feliz de cooperar. Se sienta en el “taburete de pintor” de mi estudio o en un delgado banco de piano. Parece que sabe que si está en el taburete o lo he colocado en una posición determinada, no debe moverse. Una vez que digo: “¡Bien! Ya has terminado!” Está TAN orgulloso de sí mismo, me choca los cinco y, por supuesto, recibe un premio«.
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