El bien triunfa sobre el mal, perdonar y ser perdonado, dejar los problemas atrás, un nuevo comienzo. Eso es Holi. Viajamos al corazón de India para vivir esta experiencia como locales, y así llegamos a Mathura, en donde fuimos adoptados por una familia hindú. Como fotógrafa buscaba hacer buenas tomas pero también vivir la experiencia en un lugar donde no se tratase solo de un espectáculo de colores sino también donde pudiera comprender el significado y valor que esta festividad conlleva.
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La Holi es una fiesta hinduista que se celebra entre fines de febrero y los primeros días de marzo, cuando, con la última luna llena del mes, acaba la temporada invernal. En Mathura, donde se cree que nació Krishna, la celebración adopta un tono más espiritual, y son miles los peregrinos que aprovechan la oportunidad para hacer de este momento un culto al dios.
Deambular por Mathura en épocas de Holi es un gran desafío. Los peregrinos circulan entre cánticos por las estrechas calles al ritmo del mantra Hare Krishna, en procesión hasta el templo sagrado de BankeBihari. Los colores aparecen desde tuktuks hasta tejados y ventanas de vecinos. Aunque sea solo por un día, la brecha social se quiebra por completo. Las mujeres, que aún sufren muchas restricciones culturales, se divierten bailando, chapoteando en el agua y coloreando a quien se les plazca. Todas las normas impensadas están permitidas, lo cual se siente y llena de energía a los presentes.
Anjeli, su esposo Siddharta y su madre Savita nos adoptaron durante nuestra estadía. Nos llevaron por la noche a las fiestas vecinales en las que se baila y se canta en la calle hasta que duelen los pies. Mientras danzamos, los más pequeños nos arrojan pétalos y preparan el fuego para incendiar la estatua que construyó el barrio en honor a Krishna.
A la mañana, hacemos un recorrido por todas las casas de los conocidos de Anjeli. Es común que cada familia haga una fiesta privada para celebrar la Holi e invite a sus amigos a comer platos típicos o beber thendai, una bebida dulce a base de leche, azafrán y especias que solo preparan para el brindis.
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La música jamás falta, tampoco los abrazos, los hits de Bollywood, las batucadas a cambio de unas pocas rupias y, sobre todo, los polvos de colores que vuelan por doquier. Es cuestión de pasar cerca de un grupo de jóvenes, a través de un “happy holi”, y dejarse colorear las mejillas entre risas para que no se den cuenta de que sos extranjero, ya que
pueden correrte cuadras y cuadras para jugar con vos.
“Si te peleaste con un amigo, si hace mucho que no hablás con un vecino… Hoy es el día para hacer las paces. Basta con pintar un poco de sus mejillas con colores y desearle una feliz Holi. En realidad, se trata de eso: perdonar, dejar atrás los problemas y colorear la vida”. Simplemente, un día de libertad, un día para redimirnos y jugar sin importar edad, color ni casta.