Las aguas de Europa están siendo contaminadas masivamente con ácido trifluoroacético (TFA), una sustancia química altamente persistente, según denuncias de diversas organizaciones. Esta situación representa la mayor contaminación acuática registrada a nivel europeo por una sustancia química fabricada por el hombre.
La Red Europea de Acción contra los Plaguicidas (PAN Europe) y sus asociados realizaron un análisis exhaustivo de 23 muestras de aguas superficiales y seis de aguas subterráneas en diez países de la Unión Europea. Los resultados fueron contundentes: «La magnitud de la contaminación es alarmante y exige una actuación decidida».
El TFA, derivado de la degradación de las sustancias químicas perfluoroalquiladas (PFAS), también conocidas como contaminantes eternos, está presente en el agua debido a múltiples fuentes. Entre estas, se incluyen pesticidas PFAS utilizados en la agricultura, gases refrigerantes y residuos industriales como revestimientos antiadherentes de sartenes, espumas antiincendios y cosméticos.
El análisis de las muestras, realizado por el Centro de Tecnología del Agua de Karlsruhe, reveló la presencia de TFA en todas las muestras analizadas, con concentraciones que varían entre 370 nanogramos por litro (ng/l) y 3.300 ng/l. Estas cifras son especialmente significativas en ríos como el Elba en Alemania, el Sena en Francia y el Mehaigne en Bélgica.
El informe señaló que «el 79% de las muestras presentaban niveles de TFA superiores al límite de 500 ng/l propuesto por la directiva europea sobre agua potable para todos los PFAS«. A pesar de esto, el TFA no está actualmente regulado específicamente; las autoridades europeas lo clasifican como «no relevante», lo que lo exime del límite umbral de 100 ng/l para ciertos pesticidas y productos derivados en aguas subterráneas.
Las organizaciones han expresado su preocupación por la imposibilidad de eliminar este químico a través de los procesos habituales de tratamiento de agua potable. Además, citaron estudios que muestran que productos de este tipo pueden causar «malformaciones oculares» en conejos, aunque los efectos en humanos aún son desconocidos.
«Si no se toman medidas decisivas para reducir los aportes de TFA, comenzando por una prohibición rápida de los pesticidas PFAS y de los gases fluorados, la contaminación aumentará cada día», concluyeron.
Este hallazgo destaca la urgente necesidad de una acción coordinada y decidida para abordar esta crisis ambiental antes de que sus efectos se agraven aún más.