Nunca me ha atraído pisar China. Tierras demasiado lejanas, de una cultura demasiado diferente, gastronomía demasiado copiosa y gente demasiado independiente. Pero la vida te da lecciones y demasiados son mis prejuicios.
Mientras termino mi primera aventura china, cuento los días para volver a plantarme en este país. Un país al que caí casi por casualidad y al que volveré de manera 100% intencionada.
Viajar es de aquellos regalos que se presentan por el simple hecho de vivir en estos tiempos. Poder escoger el destino es un privilegio. China no fue una elección, China vino de la posibilidad de hacer una escala larga. ¡Y bendita escala!
No hay viajes buenos o malos. Entiendo la necesidad de etiquetar para hacer más cercano y fácil un consejo, pero cuando llevas más de 50 viajes a tus espaldas y haces retrospectiva te das cuenta que hay muy pocos viajes no repetirías.
Algunos viajes te mueven más que otros dependiendo del momento, la suerte, la climatología, la experiencia, las personas con las que te cruzas… Y toda esta retahíla parece que te otorga el poder de aconsejar un viaje más que otro.
No seré yo la persona que te convenza para que vayas a la conchinchina, pero sí que voy a querer explicarte las sensaciones que tuve en este viaje, porque estoy convencido de que muchos tienen los prejuicios que yo tenía.
Pero antes, algunos de mis prejuicios pasados:
- China. Bfff muchos chinos.
- China sería de los últimos países a los que iría.
- Es una cultura que no me llama, demasiado lejana a mi.
- Y tantos chinos, no sé, creo que me agobiaría mucho.
- ¿Y la comida? Comen perros y cuando voy a un chino me cuesta digerir su comida toda una noche.
- Además, son muy guarros, ¿no?
- En serio, no me apetece, seguro que es preciosa, y siendo tan grande seguro que hay muchas cosas que ver, pero para ir tan lejos, prefiero Tailandia.
En los últimos 33 años me he hartado de decir frases así cuando hablaba de viajar a China. Prejuicios que se vestían de razones para no plantear un viaje oriental a la China. Así que cuando tuve la posibilidad de visitar Asia, escogí antes Tailandia, Camboya o Filipinas.
Peeeero, el destino es caprichoso. Y mi destino también es quisquilloso y se encabezonó en llevarme la contraria. ¿Qué hizo? Pues presentarme una oferta de billetes, con una escala abierta (tantos días como quisiese) durante mi viaje a Filipinas, siendo esa escala… redoble de tambores… ¡Pekín!
Me giro a Pilar y le digo: «Oye, que se ve que pasarnos 5 días en China nos cuesta 0 € extra. ¿Vamos a Pekín y así nos hacemos unas fotos en la muralla china?« De la respuesta de Pilar, dependía que hiciésemos o no la siguiente foto:
¡Pilar ha dicho sí! Y sin boda de por medio, aterrizamos en Pekín a mediados de noviembre, con unas expectativas no muy elevadas pero con muchas ganas de ver qué pasaba.
Y lo que pasó, en resumen es que los 5 días que he pasado en Pekín y la gran muralla china me han golpeado con más felicidad que otras grandes ciudades como París, Río, Amsterdam, Nueva York, Londres, Bangkok, Reykiavik, Quito, Buenos Aires… No digo que sea mejor ni peor. Pero sencillamente he flipado más con Pekín que con cualquier otra ciudad del mundo.
Los que me conocen saben que soy muy pesado con el contraste. Es en lo que me fijo, es lo que me atrae de viajar. Y el contraste de Pekín es mayúsculo:
- Todo el mundo es chino. Sí, es una obviedad, pero no he encontrado ningún país con menos turista extranjero. Los turistas en China son chinos. Y son muchos, y eso, sin duda te hace sentir que estás viajando durante 24 horas. Es el segundo viaje en mi vida que no escucho a nadie hablar catalán por la calle.
- A nivel gastronómico es un 10. No sólo tienen recetas muy raras sino que todos los ingredientes son bien especiales. Olvídate de arroz tres delicias o cerdo agridulce, no he encontrado ningún plato típico chino en China. Será que no son tan típicos, pero sí he encontrado delicias como los Dumplings o pato pekinés…
- No habla ni dios inglés. Y dirás “pues vaya gracia”. Bueno, cuando llevas 7h caminando y estás buscando tu hotel, no es muy placentero, pero ¡qué mejor manera que sentirte fuera de tu país que utilizando el lenguaje de signos para comunicarte? Prepárate para hacer psssssss tocandote tus partes para que entienda que lavabo o toilet es ese sitio donde la gente hace pipi 🙂
- Contraste hasta en los edificios. Prepárate para ver una megálopolis con sus barracas chinas, sus edificios antiguos y rascacielos de vidrio. A nivel arquitectónico es un placer visual ver que en una misma calle puede haber tanto contraste.
- Parques, parques y más parques. Espacios abiertos para el disfrute.
- Las motos son todas eléctricas.
- Tener la muralla china a menos de una hora es algo difícil de igualar para una ciudad. Pocas ciudades tiene tan cerca una excursión del interés turístico y paisajístico como la Gran Muralla China.
- Comida y transporte mucho más barato que en las grandes capitales europeas.
También tienen sus cosas no tan “cools”. La motos y coches no ceden el paso ni a los abuelos, prepárate para ver escupir a la gente o que no respeten la fila o que no quepa ni un alfiler en el vagón del metro.
Si no te apetece viajar a China, piensas igual que yo lo hacía. Pero en un futuro hipotético, si se te despierta una oportunidad como la que se me presentó a mi, quizás tus pensamientos cambiarán como lo hicieron los míos. Bendita escala y bendito ese verbo que es viajar.