Lo que debía ser una postal perfecta del verano griego se convirtió en un escándalo nacional. En la isla de Naxos, uno de los destinos más emblemáticos del mar Egeo, varios turistas fueron fotografiados semidesnudos, manipulando piezas de mármol e incluso haciendo picnic sobre la Portara, la monumental puerta de mármol que es el último vestigio del Templo de Apolo.
Las imágenes, difundidas en redes sociales y replicadas por medios locales, muestran a visitantes levantando bloques de piedra y posando para fotos como si se tratara de un parque recreativo. Para la comunidad, el límite se cruzó: no se trata solo de una falta de educación, sino de una amenaza directa a un símbolo de más de 2.500 años de historia.
La indignación de los residentes fue inmediata. Decenas de comentarios reclamaron controles urgentes, guardias permanentes y sanciones para quienes dañen el monumento, que recibe a miles de personas cada día sin un sistema de vigilancia adecuado. La presión social llevó al municipio a colocar un guardia temporal en la entrada, aunque la medida no tiene carácter definitivo.
El valor cultural de la Portara es incalculable: esta puerta de seis metros de alto y 20 toneladas por bloque es lo único que queda de un templo que nunca se terminó de construir en el siglo VI a.C., y que hoy se erige como símbolo de Naxos y de la herencia cultural griega.

Autoridades, arqueólogos y políticos coinciden en que el caso reabre un debate urgente: cómo equilibrar la promoción turística con la conservación del patrimonio. Entre las propuestas están instaurar boletos de acceso, reforzar la seguridad y lanzar campañas de concientización para que, en lugar de selfies destructivas, los visitantes se lleven un verdadero respeto por la historia.

