El Everest: la cima del mundo que alguna vez fue un océano

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Redactora
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El Monte Everest, con sus imponentes 8.849 metros de altura, es la cumbre más alta de la Tierra y símbolo máximo de los desafíos humanos y naturales. Pero lo que pocos imaginan es que esta montaña, conocida como el «techo del mundo», alguna vez estuvo sumergida bajo el mar.

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La cima del Everest está compuesta principalmente por piedra caliza marina, una roca formada hace más de 400 millones de años en el fondo de un océano primitivo. En ese entonces, la zona estaba cubierta por aguas donde abundaban conchas, corales y diminutos organismos marinos, cuyos restos se fueron acumulando y compactando con el paso del tiempo.

Todo cambió cuando las placas tectónicas de India y Eurasia colisionaron hace unos 50 millones de años. Ese choque titánico levantó la corteza oceánica y dio origen a la cordillera del Himalaya, una de las estructuras geológicas más jóvenes y dinámicas del planeta. Desde entonces, el Everest sigue elevándose unos pocos milímetros cada año debido al movimiento constante de las placas.

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Uno de los detalles más asombrosos es que, incluso en la cima, se pueden hallar fósiles marinos, verdaderos testigos de un océano desaparecido. Estas huellas de vida prehistórica convierten al Everest no solo en un reto para los alpinistas, sino también en un archivo natural que narra la historia de la Tierra.

En otras palabras, cuando un escalador alcanza la cima del Everest, no solo está en el punto más alto del planeta: también está pisando lo que alguna vez fue el suelo marino de un océano ancestral.

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