Los británicos Ian y Stuart Paton acaban de alcanzar la cima del cultivo de frutas gigantes. En octubre, los gemelos originarios de Lymington lograron un récord mundial histórico con una calabaza de 1.278 kilos y más de 6,4 metros de circunferencia, superando todas las marcas anteriores registradas por la Great Pumpkin Commonwealth, la organización que regula las competencias internacionales de frutas gigantes.
Su hazaña no fue casualidad: los hermanos llevan casi medio siglo dedicados al cultivo de calabazas, una pasión que comenzó en su infancia, cuando plantaron su primera semilla “gigante” y obtuvieron un fruto de apenas 24 kilos. Desde entonces, su amor por esta práctica los convirtió en figuras legendarias dentro de esta singular disciplina agrícola. “Una vez que cultivas una, quedas atrapado para siempre”, confesó Ian.
El récord llega, además, con un tinte emotivo: marca la última temporada de Stuart Paton antes de su retiro, cerrando una carrera que inspiró a cultivadores de todo el mundo.
El arte de cultivar gigantes
El cultivo de calabazas gigantes ha pasado de ser un hobby rural a convertirse en un campo de innovación científica y tecnológica. Hace 50 años, una calabaza de 20 kilos era considerada un logro. Hoy, los récords superan ampliamente la tonelada gracias a avances genéticos, control de suelo, riego y temperatura.
En 2014, una calabaza de 1.054 kilos parecía imbatible, pero el progreso ha sido constante. El récord previo, de 1.246 kilos, pertenecía al estadounidense Travis Gienger. Con los Paton, la meta se desplaza ahora hacia un nuevo horizonte: los 1.360 kilos, el próximo desafío para los competidores.
Tecnología, genética y dedicación
El éxito de los hermanos británicos se apoya en tecnología de punta y una selección genética rigurosa. Utilizan un invernadero de 670 metros cuadrados que les permite controlar la humedad y temperatura en el clima inestable del Reino Unido. Allí, cuidan sus plantas con precisión casi científica.
La clave está en la variedad Atlantic Giant, una especie desarrollada en Canadá en los años setenta y famosa por su potencial para alcanzar tamaños colosales. Las semillas de linajes campeones pueden llegar a costar cientos de dólares, siendo el punto de partida para todo intento de récord.

Un fenómeno global
Las competencias de pesaje de calabazas gigantes se han profesionalizado: requieren maquinaria pesada, jueces certificados y supervisión estricta. Cada fruto se coloca en básculas especiales y las mediciones son auditadas internacionalmente. La transparencia del proceso es esencial para homologar los resultados e ingresar al Libro Guinness de los Récords.
El auge de estos eventos ha creado una comunidad internacional unida por la pasión y la curiosidad científica. Cada año, cientos de cultivadores repiten el ciclo de siembra, cría y medición, impulsados por una sola pregunta: ¿hasta dónde puede crecer una calabaza?
Aunque los científicos advierten sobre los límites biológicos del crecimiento vegetal, los récords no dejan de caer. Y con cada cosecha, el sueño de una calabaza de más de una tonelada y media parece menos imposible.
Para los hermanos Paton, sin embargo, el récord no es solo una cifra: es la culminación de 50 años de trabajo, paciencia y amor por la tierra. Una historia que demuestra que, incluso en un huerto inglés, la perseverancia puede hacer historia.
