Capilla del Señor de la Piedra: el santuario más hermoso del mundo que nació en el mar

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De la misma manera en que la incomparable cantante portuguesa Dulce Pontes nos cautiva con sus canciones mientras entonan los «aires de Portugal«, una pequeña capilla en la localidad de Miramar, al sur de Oporto, logra fascinarnos con su ubicación dramática pero poética.

La Capilla del Señor de la Piedra es un modesto homenaje al mar, una reverencia al constante choque de las olas contra la costa, que, en su perpetua caricia a la arena, se encuentra con un santuario donde la naturaleza y el espíritu humano convergen, dando lugar a nuestros más profundos sentimientos viajeros.

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A menos de quince kilómetros al sur de la ciudad de Oporto, marcando el comienzo de la playa de Miramar, una formación rocosa de contornos suaves alberga una curiosa capilla de planta hexagonal, construida probablemente en el siglo XVIII, aunque generalmente se la asocia con el año 1686 como su fecha de origen.

Esta capilla ha sobrevivido al paso del tiempo y a la acción de los elementos, desafiando los embates del océano Atlántico.

La cruz que adorna la cúspide de la capilla revela sus raíces religiosas, pero la roca sobre la que se asienta guarda un pasado más pagano. Efectivamente, durante siglos este lugar fue elegido para llevar a cabo ritos y cultos que nada tenían que ver con la doctrina cristiana.

En este sitio, antes de la construcción de la capilla, existía una estructura de carácter pagano que posiblemente motivó la edificación del templo actual, en un intento de borrar, aunque sin éxito, los vestigios de ese pasado remoto.

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Según la leyenda, la Capilla del Señor de la Piedra podría haber sido el resultado del deseo de un marinero que estuvo al borde de la muerte en el mar y, al verse a salvo, prometió erigir la capilla como muestra de agradecimiento a Dios.

Otra hermosa leyenda cuenta que una luz en el cielo iluminaba una ubicación en la playa noche tras noche, asombrando a los lugareños, quienes lo interpretaron como una señal divina y decidieron construir la capilla.

Mientras tanto, las hendiduras en la roca, atribuidas tradicionalmente a las pisadas de un buey y al caballo que montaba el rey Sebastián I, contribuyen al aura de misterio que rodea este rincón de las costas portuguesas, manteniendo viva la conexión con el pasado pagano que una vez se trató de borrar.

En la actualidad, la Romería del Domingo de la Santísima Trinidad rinde homenaje al culto popular que rodea a esta capilla, destacando la fusión entre lo religioso y lo pagano que caracteriza este lugar.

Más allá de su simbolismo, la Capilla del Señor de la Piedra, a pesar de no ser una obra arquitectónica monumental, presenta ciertos detalles que la hacen especialmente atractiva para el público, como sus tres altares interiores y los hermosos azulejos que adornan las paredes junto a los pilares de la entrada. Su principal atractivo radica en la fusión entre la roca y la creación humana, en una ubicación inesperada que evoca la imagen de un templo emergiendo del mar en busca de las almas terrenales.

Elevada varios metros sobre el nivel del mar en la costa, la Capilla del Señor de la Piedra coquetea diariamente con dos mundos, envuelta por la brisa marina, asombrando a los visitantes que pasean por la playa.

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