Este precioso castillo que parece extraído de una película de samuráis, pertenece a uno de los 12 edificios medievales más antiguos de Japón. Se sitúa en la ciudad costera de Himeji, a unos 47 kilómetros al oeste de Kōbe. Por su gran preservación y excelentes condiciones arquitectónicas, en el año 1993 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Con sus relucientes paredes blancas y elegantes tejados en forma de terrazas, el castillo se sitúa entre dos colinas en la ciudad de Himeji, la antigua construcción es el mejor ejemplo que ha perdurado hasta hoy, en arquitectura de castillos japoneses de los primeros años del Shogunato, que gobernó la nación isleña desde finales del siglo XVI hasta el siglo XIX. Aunque nunca fueron probados en batalla, las elaboradas medidas defensivas del castillo representan el mejor diseño estratégico que se producía en aquel periodo. A su alrededor se pueden apreciar varios pozos, fosas y aspilleras por las que se lanzaban flechas a los enemigos.
La entrada principal del Himeji, se ubica en la puerta Otemon, y es a través de esta por donde se llega a la zona gratuita para los visitantes: la muralla San-no-maru, lugar donde se puede disfrutar de un pintoresco jardín con cerezos. También se pueden visitar otras partes del castillo. A través de la puerta Hishi se accede a los pasillos generales, así como también a los seis pisos que dan forma a la fortaleza principal.
Lo imponente de su fachada y arquitectura exterior, es igualmente majestuoso desde adentro. El castillo es laberintico y tiene una gran cantidad de cuartos secretos. También posee una planta subterránea, y medida que su recorrido asciende, las escaleras se estrechan y se vuelven cada vez más empinadas.
Al castillo Himeji , también se lo conoce con el nombre de “Castillo de la Garza Blanca”, ya que según cuenta la tradición, la edificación se asemeja a una garza blanca a punto de emprender vuelo. Por último, cabe destacar que al visitarlo en primavera, se puede disfrutar de un agradable picnic en la zona de los jardines, con una multitud de cerezos en flor pintando el lugar de bellos tonos rosados.