Cusco nos recibió con los brazos abiertos y nosotras caímos rendidas a sus pies

Autor: 
Geraint Rowland
Redactor
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Con toda la ansiedad de ver por primera vez lo desconocido, así llegamos a Cusco, retrasadas por un vuelo, pero con las ganas y la energía intacta de empezar a recorrerla por primera vez.

Este viaje que más tarde nos llevaría a realizar el camino inca, lo hice con mi amiga, por eso me vas a leer hablando en plural, no es que tenga personalidades múltiples.

Nuestro taxi nos esperó en el aeropuerto, el cartelito con mi nombre me hizo sentir bienvenida, y esperada. En el trayecto desde el aeropuerto a la ciudad mis ojos querían verlo todo y descubrir por fin la Cusco que había soñado conocer.

Una vez instaladas en el hostel, y tras las recomendaciones de cómo movernos desde el mismo hasta la plaza de armas, partimos con el frío de junio pero abrigadas por ese sol cusqueño que es inigualable.

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Las callecitas de Cusco son angostas, y algunas lo son aún más, tanto que teníamos que prestar atención porque si un coche quería pasar teníamos que subir a la vereda (también muy angosta).

De sus calles adoquinadas, de subidas y bajadas tengo los más hermosos y fatigados recuerdos; porque era cierto eso de la altura después de todo, y en las primeras horas conociéndonos, se hacía sentir.

Las paradas para sacar fotos y tomar aire y el querer absorberlo todo con los ojos hacían que las seis o siete calles que nos separaban de la plaza parecieran eternas, pero ahí estaba, como esperándonos a los que llegábamos ansiosos de conocerla, iluminada, cálida, engalanada con banderas, de fiesta, porque se acercaba el Inti Raymi (mucha gente de los pueblos vecinos llega a Cusco vistiendo sus trajes típicos y se realizan presentaciones de sus danzas alrededor de la plaza).

Esta plaza de armas tiene algo especial; tal vez sea su gente, su entorno, pero dan ganas nomás de quedarse sentada ahí, viendo la vida cusqueña pasar, como si no estuviéramos… o mejor aún, y así lo sentí, como si fuéramos parte de ella.

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El centro histórico de Cusco nos sorprende con su catedral, sus iglesias, con la arquitectura colonial de esos edificios que fueron alguna vez palacios de la realeza incaica. En los alrededores encontramos gran variedad de restaurantes que con el olorcito a comida nos invitan a probar la típica cocina cusqueña; también hay muchas negocios que ofrecen masajes descontracturantes, sobre todo para los que vuelven del camino Inca.

Los vendedores de artesanías nos esperan en las calles, algunos demasiado insistentes nos han seguido hasta que por fin les comprábamos algo; en todas las callecitas van a encontrar mercados con puestos que venden artesanías y ropa sobre todo.

Ahí aprendí esto del arte del regateo , que aunque sea algo cultural , confieso que tanto en Cusco como en otros países que he visitado, me sigue estresando.

A pocas calles de la plaza se encuentra el mercado de San Pedro, ya cuando vas llegando el panorama va siendo diferente; hay muchos puestos de comida en la calle, y gente vendiendo con sus mantas tiradas en el piso.

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En el mercado todo es más organizado, hay un sector para cada cosa; las verduras, la carne, las flores, la ropa, las artesanías… ¡ahí se puede encontrar de todo!

Una anécdota graciosa es que quise entrar al baño que está afuera del mercado , no sólo que era imposible respirar ahí adentro, sino que era para hombres y mujeres todos juntos, y apenas entrabas, a la vista de todos, estaban los hombres haciendo pis en los mingitorios. ¡Intenté, pero no pude!

Nosotras estuvimos los dos primeros días de nuestro viaje en Cusco, sobre todo para aclimatarnos antes de iniciar el camino Inca, pero luego volvimos. Recorrer el centro histórico y sus alrededores no te va a llevar más de dos días, pero un poco más en las afueras hay lugares hermosos para conocer, nosotras no lo hicimos por falta de tiempo.

Como digo siempre, ya volveré. Eso de andar corriendo para ver más, pero en definitiva no ver nada, no es lo mío.

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Cusco es así, amigable para quien quiera ser parte de ella aunque sea por unos días, cálida a pesar del frío de junio en que nos conocimos, sencilla y pintoresca a la vez, histórica, mágica, ancestral. Cusco está ahí, siempre esperando a que la descubras, que la camines sin prisa, que la disfrutes, y la recuerdes. Cusco es de esas amistades que hacés en el camino y que sabes que en algún momento vas a querer volver a ver.

Desde el aeropuerto a la ciudad Cusco

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Yo fuí desde Buenos Aires en un vuelo de LAN, ahora LATAM con escala en Lima, pero tenés otras compañías aéreas que vuelan a Cusco , en general uso buscadores como Skyscanner o Turismocity, y también he conseguido muy buenos precios en Almundo.

Una vez en Cusco, podés trasladarte desde el Aeropuerto Internacional Teniente Alejandro Velasco Astete a la ciudad en el servicio de taxis oficiales, que operan dentro del mismo aeropuerto (ya sabemos que siempre es un poco más caro desde los aeropuertos) aproximadamente entre 5 y 7 dólares, o bien acercarte hasta la salida y tomar uno de la calle, que en general son más económicos. Siempre acordar el precio antes con el conductor , porque no usan taxímetro, así evitarás sorpresas y malos entendidos. El tiempo del trayecto es de unos 15 minutos aproximadamente.

Yo siempre trato de tener moneda local para esas cosas, así que si no tenés soles, podés cambiar algunos en el aeropuerto; algunas veces pagar con dólares no es aconsejable porque no tienen vuelto para darte.

Otra opción es que vayas en transporte público, funciona desde el aeropuerto hasta la ciudad de Cusco y viceversa. Este servicio opera hasta las 22.00 hs desde la terminal terrestre ubicada en el centro de Cusco.

Y otra opción, que es la que yo escogí, es contratar un servicio de taxi privado que ya me estuvo esperando en el aeropuerto a mi llegada, así evité las filas para conseguir taxi en el aeropuerto.

La verdad es que lo contraté por medio del hospedaje que había reservado, pero existen empresas que podés reservar por internet, como Taxitender por ejemplo. Yo no he probado ese servicio, pero esta página de aeropuertos del mundo puede redireccionarte si lo necesitás.

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