En los albores del siglo XX, un concurso internacional convocado por el ayuntamiento de Estocolmo en 1914 dio origen al Cementerio del Bosque, un proyecto que trascendió décadas para ser reconocido como el tercer patrimonio de la humanidad de la ciudad en 1994, por la UNESCO. La singularidad de este camposanto radica en su armoniosa fusión entre la arquitectura y la naturaleza circundante.
El proyecto, concebido entre 1917 y 1920 por los visionarios arquitectos Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz, desafió la adaptación de un terreno virgen para cumplir su función como lugar de descanso eterno. Mientras Lewerentz se dedicó al paisajismo y a la icónica Capilla de la Resurrección, Asplund se encargó de los edificios y pabellones principales, dejando su huella en la historia arquitectónica de Estocolmo.
El Cementerio del Bosque sorprende a los visitantes con su paisaje sinuoso y ondulado, donde las tumbas se esconden discretamente entre los árboles. La preservación de la naturaleza en este entorno ha creado un hábitat para una diversidad de vida silvestre, desde liebres y ardillas hasta corzos y abejas, en perfecta armonía con la solemnidad del lugar.
La UNESCO justificó su inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial basándose en su excepcional integración del paisaje cultural y los elementos arquitectónicos, sentando las bases para un nuevo paradigma en el diseño de cementerios en todo el mundo. El Cementerio del Bosque de Estocolmo sigue siendo un testimonio tangible del poder transformador de la arquitectura en espacios cargados de significado y trascendencia.