No debería haber viajero que pase por Lucerna y no se detenga a disfrutar de su mítico león. Y es que en esta ciudad del corazón de Suiza nos encontramos con una obra maestra de la escultura y un símbolo de dignidad ante la derrota. Una estatua que ha sido considerada ‘la más triste del mundo’ y que guarda una historia peculiar. ¿Te animas a descubrirla?
La historia que hay detrás de esta impresionante escultura es tan conmovedora como poderosa. Y es que fue creada para conmemorar a los soldados suizos caídos en 1792, durante la Revolución Francesa. Estos soldados, leales al rey francés Luis XVI, fueron brutalmente asesinados mientras intentaban defender el Palacio de las Tullerías en París. Su sacrificio y coraje merecían ser honrados de alguna manera y así nació el león de Lucerna.
La estatua representa a un león moribundo, herido por una lanza y descansando sobre un escudo con la flor de lis de la monarquía francesa y un escudo con el emblema de Suiza. Tiene el doble de tamaño que un león de verdad, con unas dimensiones de 6 metros de alto y 10 de largo.
Su mirada apacible y serena evoca en el espectador una sensación de paz y valentía ante la adversidad. Su expresión tranquila demuestra que, incluso en la derrota, la dignidad puede estar presente. Y, todas estas características, le han valido a la escultura el calificativo de ‘»el trozo de piedra más triste, conmovedor y contundente del mundo», pero ¿sabes quién la definió así? Ni más ni menos que el escritor estadounidense Mark Twain.
Volvamos a contemplar el león e indaguemos un poco más en su historia. Fue labrado entre 1819 y 1821 por el escultor danés Bertel Thorvaldsen sobre una pared de roca arenisca oriunda de Lucerna, que durante muchos años fue explotada como cantera para construir la ciudad.
Y aquí comienzan los mitos y leyendas que confieren a esta obra un aire místico, ya que se cuenta que el león, realizado en mármol, se encuentra en una cavidad que podría tener la forma de un jabalí. ¿Y a qué se debe? Pues parece que el escultor quiso reclamar la atención del público situando al león en una cavidad tan peculiar para vengarse por el escaso dinero recibido tras finalizar la obra.
Sobre el león también puede observarse una inscripción en latín: Helvetiorum Fidei ac Virtuti, que significa ‘a la lealtad y la valentía de los suizos’. Y, junto a ella, encontramos la inscripción de los nombres de los muertos y de los oficiales de la Guardia Suiza, así como el número de muertos y sobrevivientes entre los soldados suizos.
El león de Lucerna ha corrido mejor suerte y es que se encuentra situado en un enclave único, tallado en la pared de un estanque que lo mantiene alejado del público. Hoy en día es posible acceder al bello jardín de estilo inglés en el que se encuentra, pero esto no fue posible hasta 1882, fecha en la que el emplazamiento en el que se situaba pasó a ser de dominio público.
En definitiva, el León de Lucerna se ha convertido en un recordatorio constante de que el coraje y la libertad van de la mano, y que a menudo la verdadera grandeza solo se consigue a través del sacrificio. Una obra de arte que nos invita a reflexionar sobre la forma en la que nos enfrentamos a los desafíos y adversidades de nuestras propias vidas. Y es que no podemos estar más de acuerdo con Mark Twain, ya que el león es absolutamente conmovedor y contundente.