El viaje a España que me cambió la vida para siempre

Vigo, España
Redactor
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Nunca me ha gustado el frío, es entendible teniendo en cuenta mi procedencia colombiana, una tierra que corre como un torrente por mi sangre, llenando a cada momento mi memoria y mi corazón. Por fin, el largo invierno va quedando atrás, y el todavía tímido sol de mayo hace su acto de presencia, llenando de luz y color el paisaje gallego, verde y seco a partes iguales.

Al frente un manto azul brillante baila ante mis ojos, mientras los gritos de los niños que se arremolinan en la arena de la playa me generan una extraña sensación de paz y tranquilidad. Observando la cotidiana escena, me sorprendo a mí misma pensando, que, si cruzara en línea recta ese camino interminable que es el océano Atlántico, llegaría a mi casa. Una casa que hace un año por estas mismas fechas, decidí dejar atrás, para emprender, la aventura de mi vida.

Creo sinceramente, que cualquier persona tiene un punto de inflexión en algún momento de su vida, el mío llegó el 22 de mayo del año 2017. El día que me sentí como una mariposa volando hacia ese sueño que había analizado desde hace algunos años pero que no era capaz de llevar a cabo por todo lo que acarreaba.

Recuerdo también la inmensa tristeza que me embargaba, ver las lágrimas rodando en el rostro de mi familia, esa sensación de miedo por no saber si los volvería a ver, si podría sentir sus abrazos de nuevo, si sería lo suficientemente fuerte para resistir ese desgarro en el alma que me producía el desapego.

Pero a su vez, no podía dejar de sentir esa intriga a lo desconocido, esas ganas de triunfar, de por fin tener tiempo para mí misma, de poder seguir por primera vez mi intuición y alcanzar mis sueños.

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Así pues, guardé en mi maleta los buenos momentos vividos y con mis retazos de tristeza y un nudo en el estómago dije adiós a mis seres queridos y emprendí el viaje a España con el fin de salir de la rutina, conocer o simplemente vivir.

El vuelo ya había alcanzado el modo crucero, y las luces apagadas invitaban sutilmente a dormir. Sin embargo, la triste chica que se ubicaba en la fila 32 no podía conciliar el sueño, no es que los aviones sean un hotel cinco estrellas, pero en este caso el problema era otro.

Mi cabeza no descansaba, ¿Cómo has llegado hasta aquí? Se preguntaba incesantemente, y no era una mala pregunta, ni mucho menos. A veces solo nos damos cuenta de la dimensión de nuestros actos, cuando ya los hemos hecho, y este desde luego era mi caso.

Paisajes únicos de Galicia!

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Esa niña que hace apenas unos años, no había salido de su barrio, se encontraba en un vuelo de Iberia rumbo al viejo continente. El cambio que había sufrido mi vida era tan fuerte, que el vértigo apenas me dejaba respirar. Tal vez una película de Disney
conseguiría tranquilizar mis nervios, al fin y al cabo, ¿Qué otra cosa podía hacer?

Había salido la persona que adora complicarse la vida, esa que no se conforma con nada. Ese torbellino interior que desde pequeña me llevaba a trepar por los árboles más altos de mi barrio en Bogotá, y que, a pesar de las múltiples caídas y contusiones, siempre volvía a intentarlo.

¿Qué tenía de malo mi vida? Me preguntaba, tenía un buen trabajo, un buen hogar y un excelente esposo que hubiera permanecido a mi lado si hubiese decidido quedarme. Así que, se puede decir que me lo había buscado, para bien o para mal, no me resignaba a tener una vida pasiva. No, eso nunca, pecaré por exceso, pero jamás por defecto.

O eso por lo menos me decía a mí misma, haciendo grandes esfuerzos por intentar convencerme. Háganme caso, las reflexiones con insomnio no son las mejores consejeras, y menos a 10.000 metros de altura.

El mapa a bordo advertía que ya quedaba poco para llegar al destino, mientras en mi interior pretendía que, de algún modo, este avión no llegara a tocar tierra, quedando en un limbo eterno, donde no tendría que enfrentarme a los demonios de mis actos.

«Te lo dije», diría mi madre si escuchara mis pensamientos, ¿Por qué nunca escuchamos a nuestras madres? Ley de vida, supongo. El caso es que por primera vez me arrepentí, esa es la verdad, no tenía claro si esta decisión era la correcta, y que me hubiera dejado llevar más por el corazón que por la cabeza.

Mientras bordeábamos la costa portuguesa, sentí una angustia que no pude controlar, y el muro que había formado hasta ese momento se derrumbó por completo. Esta vez, el torbellino me había llevado muy lejos, demasiado lejos de mi casa.

Lógicamente mis pensamientos no se hicieron realidad y el avión tocó tierra un jueves de primavera en el aeropuerto de Peinador. Me gustaba Vigo, había ido anteriormente con mi esposo a disfrutar de sus paisajes y su deliciosa gastronomía que me había enamorado desde el primer momento.

Missing Summer ????☀

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 Sin embargo, solo había conocido Galicia en invierno, por lo que, en mi memoria, seguía siendo esa tierra fría y lluviosa, donde la humedad se calaba hasta los huesos, y la
sensación térmica no aumentaba ni siquiera en el calor del hogar. No, definitivamente Galicia no es lo que ustedes se pueden imaginar de España.

Pero algo no encajaba, tuve que ver mi reloj tres veces, con el fin de confirmar que eran las 19.00 de la tarde. Debía ser de noche me dije, pero no lo era, ya lo creo que no. El sol brillaba en el cielo azul de mayo, y los 30 grados mezclados con la humedad generaba un bochorno totalmente inusual para esta época del año.

De algún modo tuve la extraña sensación de que toda esta imagen había sido diseñada para mí, esperando pacientemente mi llegada, como si Dios desde lo más alto del cielo, me estuviera entregando el mensaje de que todo estaría bien y, en ese mismo momento, ese nudo en el estómago que me había acompañado en todo el trayecto, desapareció por completo.

Y un 18 de abril por fin llego la primavera! ????☀☘

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 El viento cálido trajo consigo el olor a mar del puerto, para recordarme que habíamos llegado a un entorno marinero, donde tierra y agua se fusionan en un paisaje digno de admirar. Volví a sentirme otra vez niña, cuando jugaba con mis primos a ser piratas, surcando los siete mares a bordo de un velero. Bendita la inocencia infantil que cubre sus carencias con imaginación.

Pero ahí estaba yo, muchos años después, en un mundo nuevo, cerca de poder cumplir muchos de los sueños que creía imposibles, y de repente me sentí totalmente agradecida por la oportunidad que se abría ante mis ojos. No sería fácil, nunca es fácil empezar de nuevo, pero por primera vez desde que partí, me vi con fuerzas para intentarlo.

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