El Mont Saint-Michel, enclavado en la región de Normandía, se alza majestuoso como un emblema de historia, fe y misterio. Este sitio medieval ha presenciado siglos de batallas, peregrinaciones y acontecimientos legendarios que lo convierten en un legado invaluable.
Su construcción, desencadenada por la visión del Arcángel Miguel al obispo Sau Auberto de Avranches en el año 708, marcó el inicio de una epopeya arquitectónica. Desde una modesta iglesia inicial hasta la expansión de la abadía en el siglo XIII con espacios como cocinas y áreas para huéspedes, desafió las limitaciones del entorno y la época.
Durante la convulsa Guerra de los 100 años, el Mont Saint-Michel se erigió como un punto estratégico, resistiendo los embates y siendo fuente de inspiración para defensores. Las murallas, torres y fosos atestiguan esa era de conflictos y luchas por su posesión.
Transformado en prisión por el Rey Luis XI hasta 1860, este enclave fue escenario de historias de curaciones inexplicables y relatos que lo dotan de un aura místico. Las mareas altas lo convierten en una isla efímera, mientras las antiguas narrativas mencionan un bosque que antaño rodeaba su base, hoy conocido como Scissy.
Descubrimientos recientes, como el hallazgo de un cementerio medieval con decenas de tumbas, agregan capas de misterio a este sitio. Durante la Belle Époque, el Mont Saint-Michel se convirtió en un destino turístico, siendo la posada de Annette Poulard un punto de referencia culinario y cultural.
Desde relatos de milagros hasta la estatua del Arcángel Miguel que desafía al dragón del Apocalipsis, el Mont Saint-Michel es un crisol de espiritualidad y misticismo. Sus leyendas atraen a creyentes y curiosos de todas partes, cimentándolo como un tesoro histórico, un faro de la historia que trasciende el tiempo y las generaciones