El «Fosse Dionne» es un manantial kárstico ubicado en Tonnerre, en el departamento francés de Yonne. A juzgar por las fotos, resulta un sitio curioso y extremadamente bello; sin embargo, esconde tantos misterios que aquellos profesionales interesados en develar información sobre su profundidad y la cantidad de agua que contiene han muerto al intentar sumergirse. Como resultado de accidentes fatales, el buceo subterráneo en Fosse Dionne está estrictamente regulado.
Se adjudican propiedades kársticas a este pozo considerando que se sabe que sus aguas provienen de una red de arroyos subterráneos, piedras calizas y cuevas de terrenos acuáticos irregulares y que, como no contiene un filtro que controle el paso de agua, el pozo se pueden desbordar fácilmente.
Los habitantes de Tonerre visitaban el lugar y utilizaban el agua para sus labores diarias como lavar, beber y bañarse. De hecho, se cree que el manantial fue el motivo de la ubicación del pueblo que creció en sus costados. Se construyó un elaborado lavadero alrededor del manantial en el siglo XVIII. Durante años, los franceses también usaron este caudal como piscina pública y ahora es un sitio muy turístico de la región.
Con el paso del tiempo, el lugar supo destacarse como un lugar a visitar por los turistas extranjeros en la zona, tanto por el enigma que genera semejante particularidad y también porque tiene un camino trazado desde las más antiguas civilizaciones: se estima que fue encontrado por los romanos, que decidieron construir viviendas en el lugar.
Existen versiones que indican que los celtas se instauraron en la zona y que durante siglos consideraron que el agua del pozo como “una fuente sagrada”. En cuanto a su estructura, comprende un pozo que es alimentado por el agua de lluvia en las colinas circundantes, así como por al menos un río subterráneo. El Fosse Dionne es notable debido a su flujo de salida diario promedio de 311 litros por segundo.
En paralelo, los ciudadanos de la región comenzaron a interesarse y preguntarse cada vez más sobre qué tan profundo era este lugar y cuánta agua contenía: fue tanta la intriga que ellos mismos llevaron a buzos expertos para que inspeccionaran la zona. Lamentablemente, no corrieron la mejor de las suertes y han fallecido durante la expedición por motivos que aún se desconocen.
La primera exploración conocida se realizó en el año 1955. Según la información disponible sobre lo que se halla bajo el agua, la galería desciende inicialmente en un ángulo de 45° a una profundidad de 32 metros. Más allá de una constricción de 0,8 metros por 0,4 metros, el pasaje asciende cerca de la superficie antes de hundirse gradualmente hasta una profundidad de -70 metros en el límite de exploración de 370 metros.