Cada una con un propósito diferente, pero con el mismo fin de explorar el mundo, Intriper habló con cuatro viajeras que se animaron solas -o acompañadas en algunos casos- a dejar sus miedos atrás para embarcarse en la aventura de conocer nuevas culturas, personas y lugares increíbles. Cómo es viajar solas contado a través de sus historias, aprendizajes y experiencias…
Vivir como local
Adriana Márquez nació en Ecuador y lleva tres años recorriendo el mundo. Empezó en Asia, luego de recibirse de periodista, y desde entonces lleva recorridos 6 continentes, 45 países e innumerables ciudades viviendo como local en cada una de ellas.
“Todo empezó en Asia, con algunos miedos de por medio, pues decidí recorrer el continente sola y desde ahí no he podido ni quiero parar. El primer año fue dedicado a una total conexión conmigo misma y con todo lo que exploraba. Documenté muy poco, la mayoría de recuerdos los llevo en la retina y en mis aprendizajes de vida. Asia desde que era una quinceañera fue uno de mis grandes sueños, así que me prometí que apenas me dieran mi título de periodista me iba para allá. Y así fue”, recuerda Adriana.
Vivió en Australia y Nepal, pero ahora se encuentra en Tanzania, África. “Me gusta viajar lento, sentir los lugares, hago voluntariados donde puedo pues pienso que es una forma de agradecerle y contribuir al mundo todas las alegrías que me ha dado y los cambios que ha hecho en mi. Además me gusta vivir más como local que ver desde lejos, la cercanía sin duda te cambia la vida”, cuenta a Intriper.
Pero a lo largo de estos años Adriana no sólo se dedicó a viajar: también creó Pluma World, un medio de comunicación alternativo para compartir las historias de mujeres que quieren recorrer el mundo.
“Recibía a diario mensajes de chicas que me preguntaban cómo viajar y confrontar los miedos de estar sola en continentes tan diferentes y lejanos, me di cuenta que muchas de sus dudas las hemos tenido todas al principio, y que una forma de hacerle honor a un estilo de vida que amo tanto era guiar a más mujeres, inspirarlas y empoderarlas”, señala.
Vivir en otro país
Hace 8 años Tanu García se fue sola a vivir a la Ciudad de México. Si bien le dijo a sus padres que se iba a pasear por 3 meses, a los 3 meses les avisó que se iba a quedar allí. “Siempre supe que quería estar en otro país, conocer otra cultura, otra forma de vivir y de ver la vida. Estando allí, se me presentaron oportunidades laborales que me permitieron viajar y seguir conociendo más destinos”, cuenta Tanu, que también es periodista.
“Si hablo de la experiencia de vivir en otro país, debería primero poner en contexto: vivía con mis padres y me fui a vivir sola ¡a otro país!. Nada fácil, pero desafiante. Fui con todas las fuerzas para sacarle el máximo provecho laboral, personal y socialmente. Fui dispuesta a hacer nuevos amigos, a aprender, a abrir mi mente. ¿Lo difícil? Adaptarse, porque no es lo mismo viajar como turista que quedarse a vivir”,
recuerda Tanu.
Por ejemplo, cuenta que tuvo que aprender a hablar más despacio para hacerse entender, a ser sumamente amable (porque otras culturas pueden tomar un pequeño gesto o palabra de otro modo) y, sobretodo, respetuosa de saber que le estaban abriendo las puertas de otro país.
Patear el tablero
Aixa Romero tiene 37 años y este año dio la vuelta al mundo viajando sola, aunque “sola” es una forma de decir, por que en el camino fue conociendo gente y haciendo amigas en cada ciudad que visitó.
No fue la primera vez que lo hacía. Su primer viaje sola fue a los 18 años, sin embargo, esta vez el deseo surgió a partir de una mala racha y la consecuente necesidad de patear el tablero para volver a empezar. Salió de Argentina un 9 de mayo y volvió un 9 de noviembre. En seis meses estuvo en 20 países en 5 continentes, sola.
“La libertad absoluta de ir a donde uno quiere el tiempo que quiera, de elegir todos los planes, de encontrarse y conectarse con uno mismo es una experiencia que recomiendo al menos una vez en la vida a todas las personas de todas las edades”, recomienda Aixa, creadora del blog Chicas Nómadas.
“Viajar te cambia la cabeza, te la abre a nuevas ideas y a nuevas culturas, a nuevas formas de ver las cosas. Siempre se puede hacer al menos un viaje chiquito, es cuestión de proponérselo. Yo viajo en modo económico, me alojo en hostels en habitaciones compartidas entre mujeres, me compro comida en puestitos o en los supermercados, no compro ropa ni souvenirs, gasto solo en experiencias”, asegura.
Para Aixa, viajar sola es más fácil y gratificante de lo que una se imagina: “Todas las culturas, hasta las que más extrañas te parezcan, están compuestas de personas que tal vez se visten y hablan diferente, pero tienen una familia, amigos, piensan y sienten igual que vos. Y que te van a ayudar cuando estes un poco perdida, te van a abrir las puertas de su ciudad y quizás incluso de sus hogares, personas que te van a dar la bienvenida al mundo”.
Turismo responsable
Después de vivir sola dos años en Estados Unidos la experiencia “Au Pair” y de viajar mucho por ese país, Florencia Lovera creó She Travels Cheap, un espacio para compartir tips y recomendaciones para viajar con bajo presupuesto, pero a su vez, cuidando el medio ambiente.
“Siempre fui amante de la naturaleza, disfruto de la montaña y de actividades al aire libre. Pero hace unos meses, recién empezando con STC, un video que se viralizó en Facebook me hizo el click: el mundo tiene un problema terrible con los plásticos. Yo era totalmente ignorante en el asunto, consumía tres botellas plásticas de agua al día y tomaba cualquier cosa con bombilla/sorbetes. Y pensé, si tanto me gusta viajar, tiene que apasionarme de igual manera el cuidar del planeta”, cuenta Florencia.
Ante la triste idea de pensar que en unos años no tendremos la posibilidad de disfrutar de las playas sin antes barrer bolsas plásticas para poder tirar la toalla, Florencia quiso hacer algo desde su lugar y compartir el mensaje para poder cambiarlo.
“Desde mi cuenta promuevo el cuidado del planeta porque es nuestra responsabilidad como viajeros, y la relación con ahorrar dinero mientras lo hacemos es directamente proporcional. Por ejemplo, una botella de agua en Europa cuesta como mínimo un euro. Recargar mi botella viajera no cuesta nada. Algo tan simple como eso me ahorra 3 euros por día, que en 5 días hacen una noche más de hostel”, afirma.
“No utilizo sorbetes, reciclo cada vez que se presenta la oportunidad, y conocí el significado del “Compost” a medida que me adentraba más en este mundo. En mi mochila siempre llevo mi bolsa de tela, sólo en caso de que pase a hacer compras, ¡me niego a utilizar bolsas plásticas! Si olvido mi bolsa compro poco para llevar todo en la mano. Y aunque es muy difícil, intento sacar el plástico de mi vida paso a paso”, agrega Flor.
Otras alternativas para aplicar viajar sostenible son usar cepillos de dientes de bamboo; decir que “no” a las bolsas; elegir vidrio sobre plástico aunque salga unos céntimos más; no participar de actividades turísticas que promuevan actividades irresponsables con animales; no imprimir cosas innecesarias y usar el celular para los boarding pass y viajar liviano para no despachar maleta y así evitar caer en el consumismo de comprar.
Un comentario
excelente