En el año 1950, un joven novicio de nombre Hayashi Yoken incendió el majestuoso templo Kinkaku-ji de Tokio, considerado como uno de los edificios más hermosos del mundo, donde recibía sus enseñanzas. Esta impactante historia fue inmortalizada por el reconocido escritor Yukio Mishima en su novela «El Pabellón de Oro«, mientras que los medios de prensa de la época también documentaron los sucesos en forma de crónicas.
La historia del templo Kinkaku-ji se remonta al siglo XIV, cuando el shogun Ashikaga Yoshimitsu construyó una residencia de verano que posteriormente se transformó en un templo budista zen. En este templo se erigió un magnífico Pabellón Dorado, dedicado a Buda, junto con un santuario adicional en honor a Kannon, la diosa de la misericordia. La tercera planta del Pabellón Dorado destaca como un extraordinario ejemplo de la arquitectura tradicional zen china, con su distintivo tejado piramidal cubierto de tejas de paja.
En los alrededores del Pabellón, se extiende un impresionante jardín de más de 92.000 metros cuadrados, de los 132.000 que conforman el templo en su totalidad. En este magnífico jardín se encuentra el emblemático estanque Kyoko-chi, adornado con pequeñas islas que se dispersan por toda su extensión. El jardín en sí mismo es uno de los ejemplos más destacados del arte japonés de la jardinería paisajista, resaltando la belleza y la maestría de la tradición paisajística japonesa.
Después del incendio causado por Hayashi Yoken, el templo fue reconstruido en 1955 con el objetivo de replicar fielmente la estructura original. Esto incluyó la aplicación de láminas de oro en los dos pisos superiores del pabellón, lo que le dio su nombre de «Kinkaku» o «Pabellón de Oro». El uso de oro tenía como propósito mitigar y purificar cualquier impureza o pensamientos negativos asociados a la muerte. Cada aproximadamente 20 años, el Kinkaku-ji es sometido a restauraciones para preservar su esplendor.
En 1994, el Kinkaku-ji fue inscrito en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, junto con otros monumentos históricos de la antigua Kioto, que fue la capital imperial de Japón desde su fundación hasta mediados del siglo XIX. Esta distinción reconoce la importancia cultural y arquitectónica del Kinkaku-ji y su significado en la historia de Kioto y de Japón en general.