La perfecta sincronicidad de la música clásica tiene el poder de sincronizar de manera similar el movimiento, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y la conductividad eléctrica de la piel entre los miembros de la audiencia.
El hermoso hallazgo proviene de un estudio de 132 personas y tres piezas clásicas: “Op. 104 en do menor”, “Epitafios” de Brett Dean y “Op. 111 en sol mayor”.
Estudios anteriores, señalan los autores, han demostrado que la música puede inducir la sincronización en los oyentes, pero ha habido poca investigación sobre si las audiencias de los conciertos se sincronizan.
La mayor parte de la sincronización en los humanos es causada por una interacción social directa con otra persona y generalmente se encuentra al respirar o caminar.
El profesor Wolfgang Tschacher y sus colegas de la Universidad de Berna en Suiza observaron a 132 personas mientras escuchaban un quinteto de cuerda de las tres piezas y las monitoreaban de varias maneras.
El movimiento de los participantes fue seguido con cámaras aéreas y sus respuestas físicas con sensores portátiles. También se les pidió que completaran un cuestionario sobre su personalidad y estado de ánimo.
Los autores observaron una sincronización significativa entre los miembros de la audiencia en cuanto a movimiento, frecuencia cardíaca, frecuencia respiratoria y conductividad eléctrica de la piel (lo que indica la activación del sistema nervioso simpático). El mayor nivel de sincronización se observó en la frecuencia respiratoria.
Además, los rasgos de personalidad de un oyente se asociaron con su probabilidad de sincronizar respuestas físicas: aquellos con rasgos de amabilidad o apertura tenían más probabilidades de sincronizarse, mientras que aquellos con rasgos neuróticos o extravertidos tenían menos probabilidades de sincronizarse.
Estos son cuatro de los “Cinco Grandes” rasgos de personalidad: la apertura es típica de los tipos creativos y la amabilidad se encuentra en personas que encuentran muy difíciles la tensión y el conflicto.
Los autores señalan que experimentaron lagunas en la recopilación de datos debido a que se priorizó la comodidad del usuario sobre la calidad de los datos al elegir los sensores, y sugieren que se necesitan métodos de recopilación de datos más confiables para estudios futuros.
La música en general es un fenómeno fascinante. Si bien las frecuencias pueden variar significativamente entre sonidos, todos los sonidos que detectamos en nuestra realidad se encuentran esencialmente dentro de 12 notas musicales, o más fraccionadamente, en microtonos entre esas 12.
Algunas de esas 12 notas combinarán en determinados momentos frecuencias con otras notas de forma no disruptiva. Las notas “desafinadas” son profundamente perturbadoras en un conjunto musical tan complicado como una sinfonía, y los humanos tienen la capacidad de distinguirlas con facilidad.
Con cada músico e instrumento adicional en el conjunto, la tarea de garantizar que todas las notas lleguen entre sí en armonía aumenta en dificultad, y quizás sea la razón por la que los oyentes atentos comienzan a seguir la música con su fisiología: la necesidad de que todas las partes encajen es imperativa a una actuación agradable.