Así que aquí estás, con tu boleto de avión en la mano y con un par de maletas, has decidido dejarlo todo por un tiempo aún en contra de ti mismo y tus miedos y ahora estás en el aeropuerto lista para partir, y una parte de ti no sabe si tomaste la decisión correcta, claro, el miedo, siempre presente queriendo robar tus sueños, pero lo ignoras no hay vuelta atrás.
Ves tu reloj aún tienes tiempo, revisas tus papeles, pasaporte en orden, dinero, tarjetas, todo listo, aún las cosas que mamá insistió que llevarás contigo aunque tú no le veías mucho sentido pero que por complacerla accediste a llevar.
Mamá… familia… quien haya dicho que viajar era alegría pura estaba mintiendo, viajar es alejarte de los que siempre estuvieron cerca y eso duele, lo gracioso es que no te habías dado cuenta de eso hasta ahora que estás a punto de partir.
Comienzas a despedirte de tu familia, los abrazas y con una sonrisa en el rostro les reintegras que vas a estar bien y que te vas a cuidar, sabes que ellos tienen miedo y tú también lo tienes pero vivir es una aventura y lo único peor que irte sería quedarte, necesitas estirar tus alas para hacerlas más fuertes, necesitas salir y ver ese mundo hermoso con el que antes sólo podias soñar.
Llego la hora de despedirte de mamá, estás triste pero no dejas que se te note, está ha sido tu decisión y no quieres que ella te vea mal, suficiente tiene con lo que está sintiendo por su cuenta, la abrazas le dices que no se preocupe que estarás bien y que comerás a tus horas.
Ella te abraza y en ese momento te sientes feliz, seguro, volverás, te has dado cuenta que tu madre te ha dado mucho más que un simple abrazo, ella te ha dado alas para volar y raíces a donde volver y que por muy lejos que estén, siempre estarán a una llamada de distancia, así que sonríes, te das la vuelta y caminas hacia tu nueva aventura, el mundo te está esperando, no puedes demorarte más.
