En lo alto del monte Kyaiktiyo, en Birmania (Myanmar), se encuentra una de las maravillas más enigmáticas del mundo: una roca cubierta de oro que parece flotar en el borde de un precipicio. Desde hace 2.500 años, desafía la gravedad sin moverse ni un milímetro, a pesar de los fuertes vientos y los terremotos que azotan la región.
Con siete metros de altura, la llamada Roca Dorada o Golden Rock se mantiene en un equilibrio imposible. La leyenda cuenta que Siddhārtha Gautama, el Buda, durante uno de sus viajes, le entregó un mechón de su cabello al ermitaño Taik Tha, quien lo guardó bajo la roca para que permaneciera firme por toda la eternidad.
El ermitaño cubrió la piedra con una hoja de oro en honor a Buda, y tras su muerte, su hijo Tissa continuó el ritual. Miles de fieles siguieron su ejemplo, pegando láminas de oro sobre la superficie hasta convertirla en una gigantesca esfera dorada, cuyo valor es incalculable.
Hoy, la Roca Dorada es el tercer sitio de peregrinación más importante del budismo birmano, después de las pagodas Shwedagon y Mahamuni. Se dice que quienes la visitan tres veces en la vida reciben la riqueza eterna y la bendición del equilibrio espiritual.
El camino hasta ella no es fácil: una subida empinada de más de un kilómetro, flanqueada por leones guardianes, conduce a la cima. Desde el cercano pueblo de Kinpun, los más devotos recorren 11 kilómetros a pie, entre templos y pagodas, hasta llegar al santuario.
Durante los meses de octubre a marzo, miles de peregrinos se reúnen bajo la luz de las velas, ofreciendo frutas, incienso y hojas bañadas en oro. Y aunque la ciencia aún no logra explicar cómo esta roca permanece suspendida al borde del abismo, la fe popular tiene su respuesta: son los cabellos de Buda los que sostienen, desde hace milenios, el milagro dorado del monte Kyaiktiyo.

